No encontramos varios narradores al examinar la narración desde la perspectiva del texto. En este enfoque, desde la naturaleza del lenguaje, en la teoría sobre narración que defiendo, solamente puede hablarse de un narrador.
Hay un estrato que es puramente mostrativo. En él se da una representación, se muestra una historia singular. Nadie habla en ella, se mira lo representado como se contempla un retablo, no se escucha lo que alguien dice, se presencia un suceso articulado. Es una estructura temporal, pero nadie habla y si nadie habla no puede haber narrador. Las palabras están ahí pero no hay enunciación ni hace falta presuponerla.
Soy consciente de que esta afirmación contradice la doctrina más corriente sobre el texto narrativo. Ser “testigos directos” de la acción – dice Chatman – es la alternativa al hecho de que alguien te esté contando algo. Chatman rechaza la noción de mímesis, como discurso apofántico, porque no es la realidad misma. De la que se es testigo. Por lo tanto siempre en la mímesis hay alguien que habla. Lo representado no es un objeto, viene de un hablante.
Se cae en el equívoco de que como hay palabras alguien las enuncia. Siempre tiene que haber un hablante. Por tanto detrás de lo representado hay un narrador y de ahí se pasa a explicar el punto de vista, la focalización y demás, como atribuido a una persona.
Si no se entiende la representación como presencia objetiva, entonces tenemos siempre un hablante detrás de lo representado: narrador implícito, callado, no intrusivo, omniesciente… Y además otro hablante claro y manifiesto.
No se entienden las cosas así desde el plano lingüístico y la lógica del texto. Desde esta perspectiva solo se llega a un hablante narrador. Por descontado queda el hecho de el autor no es el narrador como todo el mundo reconoce y se da por distinción resuelta. Pero este asunto nada tiene que ver con la afirmación de que en el discurso apofántico no hay hablante por definición lingüística y lógica.
Además encontramos que representación y habla son incompatibles. Razón por la que el narrador real hablante se convierte en inmanente cuando la representación domina todo.
Los estructuralistas franceses, que son tan citados por los narratólogos, pretendieron explicar el argumento, la historia, con categorías estructurales, al modo de la lingüística. Y esa abstracción del argumento, “la sustancia de la expresión”, lo narrativo, se encuentra en formas y soportes varios, cine, tira de cómic, ballet, y entre ellas una mas es el texto.
Este es a mi juicio el desenfoque fundamental.
La narración es primordial y originariamente una forma de lenguaje. Desde el hablar común se desarrolla la representación narrativa. La narración nace así, es lenguaje. Un discurso secundario y distinto del hablar común. Si se tomara como forma marcada la lengua el discurso de la comunicación común , el discurso narrativo sería la forma no marcada. En el hablar común puede haber representación, en la representación no hay hablar común, no hay hablar. Todas las narraciones posibles nacen de la narración del texto, de la narración con lenguaje, oral o escrita.
Aunque el estrato mimético y representador se encuentre penetrado por el estrato hablador, son bien distintos lingüista y lógicamente.
Solamente hay un narrador. En la reprentación nadie habla. Esta es la esencia de lo narrativo, pero no todo el texto es así. Al separar lo mimético – el núcleo y la narración de segundo plano – se percibe este punto. Volveré sobre ello.
Chatman, S., Histoia y discurso, Madrid 1990.