La narración en primera persona (1)
La representación es tercera persona y nadie habla. El que nadie hable no significa que los personajes no hablen, dialoguen, piensen o monologuen. Hablan los personajes entre sí, o piensan, y como ese es un hablar representado, no es auténtico. Digo que nadie habla sin contradicción.
Pero ¿cuál es el caso de la narración en primera persona?
Esta entrada es una aproximación a la narración autobiográfica desde la lógica del texto. Este asunto no lo he tratado hasta el momento en la teoría de la narración que llevo expuesta. Hablaré de ello comentando el Lazarillo de Tormes mas adelante.
Al narrador podemos llamarle simplemente “voz”, puesto que de ordinario no sabemos quien es, pero puede que nos lo diga él mismo, como en la autobiografía. La “voz” de un hablante subjetiviza el lenguaje, en cambio la mostración apofántica es objetiva.
El hablante narrador es un verdadero hablante, no es en su hablar como las figuras representadas en el acontecer mostrado. No habla como los personajes en sus diálogos ni habla con ellos. Habla y se presupone que alguien le escucha, que tiene un oyente, un lector o una audiencia. Audiencia entendida como conjunto de personas que oyen hablar, no de las que presencian un espectáculo.
El escrito narrativo se compone de un estrato mimético y de una estructura de comunicación inmanente. De los dos estratos fundamentales: uno es el estrato mimético de la mostración de un suceso singular y el otro es el estrato del hablante narrador, cuyo discurso es el hablar común irrestricto. Las personas que leen un escrito narrativo realizan dos actividades: contemplan los sucesos mostrados y escuchan la “voz” el narrador hablante. Contemplan y escuchan, son espectadores y oyentes al mismo tiempo, pero alternativamente.
Pero estos dos discursos: el de la comunicación y el de la representación son incompatibles entre sí. Habló Weinrich de dos situaciones de comunicación narradora y comentadora. Las interpreto como presenciar el mundo representado y hablar en la situación del hablar común.
Por esta circunstancia el narrador hablante calla en la representación apofántica. Y cuando esta es fundante y predomina no tolera ni admite el mundo de la comunicación real y por ello el narrador hablante tiene que ser inmanente. Es decir un hablante falso y una pseudocomunicación. Cuando el narrador hablante real predomina y lo representado es historia real, lo representado depende de él aunque calle. Este predominio de comunicación real frente a la mostración permite preguntarse por la verdad de lo representado. Cosa del todo imposible si el narrador es pseudohablante. Lo representado como fundante no se puede poner en duda ni cuestionar su verdad. En la narración histórica, estando viva la comunicación y siendo predominante el hablar, lo representado histórico no es fundante de realidad. El texto completo de la narración implica estos dos elementos, pero el texto mismo no nos puede decir la situación.
Tampoco una palabra deíctica nos pude decir por si misma si está funcionando como tal. Necesito la presencia del enunciador.