Relato en primera persona

Jorge Isaacs, María. Memorias

Si el personaje, que por serlo, puede hablar, no hablara de sí y contara su historia,  todo sería tercera persona. Pero como en toda narración, podría aparecer un hablante al que llamamos narrador, pero ese narrador no es personaje. Queda fuera de la representación, enmudece en ella y es narrador que no habla como personaje.
En el caso de la representación autobiográfica, el hablante es personaje. No puede ser la persona real, porque no saldríamos de la comunicación verdadera. Del contacto real con Isaacs y con Efraím. La suposición de que sea real esta comunicación no se sostiene. Es el falso juego, convencional,  de la presentación de las novelas.

La deixis de estas figuras no reales es la que llama Bühler deixis en fantasma. Su campo mostrativo está en el mundo representado. El narrador, Efraín, es persona representada, personaje, y su deixis tiene su campo mostrativo dentro de lo representado. Esa deixis no es la que corresponde a un hablante real. El Efraín hablante real se encontraría con sus lectores oyentes en el tiempo actual de su enunciación. La representación impone la deixis en fantasma. No hace falta considerar si la historia que se relata en las memorias de Efraín es ficticia, pues si lo fuera, naturalmente la deixis no sería actual. Pero no hace falta saberlo si se trata de un mundo representado.

En cierto modo la teoría de Bühler es una petición de principio ¿Cómo sabemos si la deixis es en fantasma, sin saber de antemano que la comunicación no es real? Cuando ya sé que el mundo es representado, entonces sé que la deixis real no puede funcionar. No se puede saber cuál funciona de antemano.

Me puse en el supuesto de que es todo real para hacer ver que es suficiente el paso del hablar real a la representación, para que su hablar deje de ser real y sea representado y en consecuencia la deixis es otra. Es el lector el que no entra en la situación comunicativa, en la enunciación del Efraín real que ya no existe. Puesto que en la representación que contempla el lector no hay comunicación real. El lector es ya observador de lo representado.

La representación desactualiza la lengua de la situación enunciativa ad óculos. La historia no está anclada en el tiempo real común a Efraín y sus posibles oyentes. El hablar de Efraín se contempla, y por ello se puede decir que el lector es espectador. Efraín para el espectador es tercera persona. El tú – yo entre Efraín y sus lectores no se establece. Para el lector es personaje representado, aunque no lo perciba así porque cuenta una historia. Cuando un lector lee el cuarto párrafo del capítulo primero ya percibe que no se puede esperar que alguien hable así, si no es una representación. Al menos se sitúa fuera de un comunicación real de Efraín.

A la mañana siguiente mi padre desató de mi cabeza, humedecida por tantas lágrimas, los brazos de mi madre. Mis hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con besos. María esperó humildemente su turno, balbuciendo su despedida, juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por la primera sensación de dolor.

Ahora bien, si desde el primer momento nos situáramos en la lectura de la novela María, el distanciamiento entre el lector y la representación es más evidente, porque el tiempo de la ficción no se puede encontrar con el tiempo de una enunciación real. Efraín es personaje ficticio, y sus memorias remiten a un tiempo, “era yo niño aún”, que solo existe en su ficción. Pero esto no nos lo dice el escritor que quiere presentar la historia como real. En este empeño trata de ocultar la inexistencia de una situación de comunicación real, pero es un engaño convencional, aunque tiene el atrevimiento de dedicar la obra a los hermanos de Efraín tan inexistentes como él en el mundo real.

Como complemento añado esto; aunque sea por razón de estilo se percibe la dirfencia., Puede ser un buenejercicio que propongan los que enseñan a escribir.

Texto de María en el capítulo 28:

Volví al salón. Mientras mi hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo. María me refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con mi padre. Nunca se había mostrado tan expansiva conmigo: recordando ese diálogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios.   

Ahora este mismo en tercera persona:

Volvió al salón. Mientras su hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo. María le refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con su padre. Nunca se había mostrado tan expansiva con él: recordando ese diálogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios.

La representación en primera persona puede cambiarse por tercera persona y no se altera nada.  Al hacer esta trasposición a una forma no autobiográfica, Efraín se convierte en tercera persona, personaje, que no habla, salvo  en estilo directo que no lo introduciría él, diría “le respondió” en lugar de “le respondí”. Se ve que en realidad es un personaje como los demás representados. Su hablar no es de narrador propiamente. Es la narración que hace un personaje representado.

José Antonio Valenzuela