La representación
Se trata de una noción básica y necesaria para entender el texto de la narración. Resumo lo relevante del artículo de Martínez Bonati dedicado a la representación: “Representación y ficción”, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, Vol. 6, No. 1 (Otoño 1981), pp. 67-89. <http://www.jstor.org/stable/27762136>).
Al principio este trabajo manifiesta que tratará primero en general del fenómeno de la representación, sin distinguir en todo momento la representación ficcional de la representación de entes reales. Este es un buen principio pues ya sabemos que desde la lengua no se puede dilucidar si el asunto tratado es ficticio o real y, por este hecho, para describir la representación no se requiere esta distinción. Pero la capacidad de la lengua para efectuar una representación es la posibilidad de la literatura. Y la literatura es representación de lo ficticio, representación sin referente real. Asunto que interesa a Martínez Bonati para definir el estatuto de la lengua literaria y por esto la distinción en un segundo momento sí le importa. Tiene que abordar esta cuestión y lo hace desde la fenomenología. Con lo que se complementa lo que desde la lingüística hemos alcanzado a entender..
Distingue entre el suceso mismo y la imagen narrativa del suceso, entre la representación y lo representado. Tratándose de un suceso real esta distinción entre el objeto y su imagen es palmaria, porque existe un referente externo, lo que significa también que de un mismo suceso pueden hacerse diversas representaciones. Como los evangelios y las biografías de un mismo personaje. La representación ficticia en cambio no tiene realidad externa. Pero Martínez Bonati no admite que carezca de referente, defiende que el referente tiene otra realidad. Y por dar un ejemplo asequible lo pongo yo mismo apoyándome en el Quijote. Su historia y sus figuras están en la representación que hace el texto, y están también como objeto fuera de lo representado en la realidad imaginaria en la mente de Cervantes. Por esta realidad imaginaria que está situada en su mente ha podido hacer la representación, y solo él puede hacerla y podría representarla con mas episodios de los que contiene la novela, y lo hubiera hecho si no la da por terminada. Y en este caso sería en otras venturas el mismo Quijote de los episodios conocidos. La realidad imaginaria de los personajes está en la mente de Cervantes con más viva dimensión y amplitud que en su representación terminada. Se entiende en el último capítulo cuando Cervantes hace hablar a la pluma que lo escribió: “para mi sola nació don Quijote, y yo para él”. De modo que en su mente está don Quijote “vivo” y en la representación tenemos una imagen, con mucho perfiles desde luego, pero no podemos tener otra. De esa realidad solo podemos conocer lo que nos de a conocer la única representación que tenemos. Este es el referente. Un asunto que para el texto de la narración que analizo es secundario, pero sin él no se puede entender del todo la representación.
Compara Martínez Bonati la representación narrativa con la pictórica y señala que en el retrato no vemos la espalda del personaje que no está representada, se supone en el objeto real, al que ilusoriamente lleva la representación, pero no es asequible. El objeto representado es ilimitado en sus perspectivas pero la representación sí es limitada y reduce en la imagen que tenemos.
Lo propio de la representación es acceder al objeto representado. La representación da la presencia de lo ausente y lleva a su mundo distinto, real o imaginario. Desde el Quijote representado se llega al Quijote vivo, que está en la mente de Cervantes, en cierto modo oculto y en cierto modo revelado.
Como propio de la representación es llevar al mundo ausente, en este cometido la representación misma, su materialidad tiene que desaparecer, para que el contemplador se enajene en el objeto representado, atravesándola como pantalla invisible hacia el objeto. La naturaleza material de esta entidad es el lenguaje. La narración lleva al mundo ausente sea real o no. Y por la peculiar forma de ser de este signo su funcionamiento lleva al colapso de su presencia. La representación desaparece en lo representado y si no trasporta hacia él no cumple su función. La representación se reviste de esta paradoja: cuando funciona, precisamente por funcionar como representación, desaparece. Este rasgo es evidente en la narrativa, cuando el lector se enajena en el mundo representado. Y por ello el estudio el del texto de la narración refrena ese impulso para observar la materialidad de la representación que es el texto. Requiere un enfoque contenido, para observar su entramado, las formas, los estratos, los enlaces y las articulaciones, asuntos que en realidad desaparecen con la traza del pincel. Puesto que si se ve, no se ve la imagen representada.
Señala tres niveles que para la narración que serían : primero la materialidad con que está confeccionada que es la lengua y la forma en que se confecciona; segundo, la imagen, lo actualizado con ella del objeto; tercero, el objeto mismo en su integridad, parcialmente oculto. El primer nivel desaparece en el segundo y el segundo en el tercero.
Al estudiar el texto de la representación narrativa nos obligamos a detenernos en el objeto, la lengua con que está hecha y cómo está confeccionada. Hay que recortar el impulso que lleva a lo representado, pasando por encima de su materialidad. Cuando se enseña Lengua Española parece que no se tiene término medio, o se enseña gramática oracional o se salta al contenido literario para perderse en el mundo representado y vivirlo, sin atender a la materialidad del signo. Pero así no se estudia la lengua, ni se aprende adecuadamente a leer y a escribir. El estudio del texto de la narración exige esta contención.
Por último dice Bonati que “la dualidad de la representación y lo representado es una realidad fenomenal interna a la representación”. La representación lleva en sí lo representado. Y tiene que ser así, entiendo yo, porque explica la indiferencia a la distinción real-ficticio. Como en la moneda la cara y la cruz. La discusión de como esto se da en la ficción la omito. Basta un ejemplo: Marcos hace la representación de los hechos y dichos de Jesús. Persona real. De esos hechos y dichos tenemos otras representaciones, por el conocimiento que otros observadores tuvieron del referente. Cervantes hace la representación del Quijote, pero solo tenemos una, la del texto cervantino, y nadie sino Cervantes mismo puede hacer otra, solo tenemos una y es la única posible. Otros Quijotes son falsificaciones.
Es evidente que para tener conocimiento de don Quijote y Sancho , personas vivas en su realidad imaginaria, el único camino es el único texto. Para conocer a Jesucristo, persona real conocida por muchos y testificada por varios, tenemos fuentes diferentes.
Por último, no se debe deducir de lo dicho con referencia al único texto literario que la imagen, por ser única, sea plana. Porque la representación que da un texto literario es sugerente e ilusoria, contiene múltiples ángulos y perfiles, no se agota en una lectura ni en varias, es una representación tan lograda que refleja un más allá, amplio y profundo, de lo contiene una imagen plana.