Narrar en español

1 El enfoque de la materia. Narrar es una práctica que pertenece a la comunicación cotidiana y es universal. Es una necesidad del coloquio y de la vida, porque hay necesidad de contar lo que pasó, de tal manera que esta narración se oye en la calle. Pero los idiomas no son universales. Y por ello,, la narración, en su condición de lenguaje hay que estudiarla como parte de cada idioma. Y cada idioma tiene un modo propio de narrar.                             Salamanca 2018

Al estudiar a fondo el texto de la narración en español se advierte lo que le es propio. Otros idiomas tendrán estructuras parecidas, pero no serán del todo iguales. Voy a dedicar estas líneas a un rasgo de la narración en español: el que resulta de disponer de dos tiempos simples para expresar el pasado en indicativo. El pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto (COMRIE, B.1976). Esta es la materia.

El enfoque consiste en ver la narración desde la lengua, como vehículo con el que se construye la imagen del mundo que se narra. Aclaro este punto para evitar posibles desenfoques y el que estas líneas defrauden a quien espera otra cosa. Este trabajo no es narratología, porque en ella se considera la narración como universal, y se aborda como un fenómeno cuya estructura es independiente, no solo de las lenguas, sino de otros medios en los que se presentan narraciones y no son lenguaje natural. Creo, desde mi perspectiva, que el orden primordial de toda narración y su origen está en el lenguaje.[1].

  1. El texto narrativo. Como hablo de lenguaje empiezo con un texto. Tomo como primera referencia un fragmento del Quijote, que tiene cuatro secciones A, B, C, D. Y antes de llegar al punto principal de este escrito —los planos de la narración en español—, mostraré como se ha formado la narración. Leamos esta muestra para empezar y como ejemplo:

De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte

A-Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya,

Bllegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba;

C– porque, o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido, o ya por la

disposición del cielo, que así lo ordenaba,

Dse le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue

visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero[2].

En los párrafos A y C una voz habla sobre la condición humana. Luego, en el B y D se contiene el suceso. Dice el título del capítulo: don Quijote cayó malo, hizo testamento. Son pretéritos perfectos simples del verbo caer y del verbo hacer ¿Indican tiempo pasado? Parece que sí. ¿Ese tiempo pasado está en continuidad con nuestro presente? De ninguna manera. Porque don Quijote no existió y por tanto no cayó enfermo ni hizo testamento.

 

tía matilde    Aquí no se menciona ningún pasado. Pero los tiempos son los que indican el pasado. Si una persona ahora nos dijera que su tía Matilde cayó enferma e hizo testamento, estas acciones sí indicarían tiempo pretérito. Ocurrieron un tiempo antes de que hablara la sobrina y en pasado suyo y el nuestro. Por tanto, tenemos que el mismo pretérito perfecto simple una vez indica pasado y otra no.

3 Hay pretéritos que no señalan tiempo pasado. ¿Cómo se señala el tiempo pretérito real? Para señalar el tiempo pretérito hace falta la enunciación de una persona. El acto de hablar es por definición un acto en tiempo presente; con referencia a ese presente de la persona que habla, el pretérito perfecto simple de indicativo señala un tiempo anterior. El tiempo es una propiedad de las personas vivas, no de las palabras. La indicación de tiempo en el lenguaje es egocéntrica, lo señala la persona que habla. Cuando una persona habla, actualiza la lengua en el tiempo de su vida, con referencia a su presente, y al tiempo de la vida de todos. La frase, la tía cayó enferma, significa un suceso que tuvo lugar en el pasado, pero no solo porque sea pretérito perfecto simple, sino porque lo está enunciando una persona real en su tiempo real.

Es un tiempo que está en continuidad con el de todos.

La consecuencia inmediata de lo anterior es que la frase del Quijote no la dice nadie. Nadie real y vivo puede decir con el uso propio del pretérito perfecto simple que don Quijote cayó malo y le agarró una calentura que le tuvo seis días en la cama. Por la simple razón de que no existió.

¿En qué tiempo, entonces, hemos de situar los sucesos de una novela? En ningún tiempo. Se trata de acontecimientos que nadie dice y como nadie los dice no se pueden referenciar ni situar en el tiempo. Se trata de una representación, que en sí contiene imágenes de tiempo, pero sin relación con el tiempo de alguien. Se representa a don Quijote, seis días en la cama y visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, pero la representación de este suceso es semejante a la mostración de un objeto, que está construido con palabras por alguien que no habla. El objeto que ha confeccionado queda expuesto, como los objetos de una muestra de pintura o de cerámica. Están ahí en sus palabras, como en la cerámica el barro, para que se contemplen. Ahora bien, son palabras, se tienen que leer o escuchar.

4 La voz narradora. Y esa voz que glosa —las cosas humanas no son eternas y van en declinación de sus principios— sobre la condición humana ¿De quién es? ¿quién dice esa reflexión? Esa voz, que es efectivamente un hablar y no es representación de ningún suceso, no responde a un hablante vivo. Nadie está detrás de esa voz; es un hablar que carece de la realidad de una persona que lo respalde. Se hace una consideración relativa a la muerte, que es lo que se va mostrar, pero la persona que dice esas palabras no tiene realidad humana ni tiempo propio, es un ausente, es de papel y dirá lo que sea, pero es un hablar vacío de la realidad del hablar. Aunque dé la impresión de ser el autor, Cervantes, o una persona supuestamente real, no se sabe en realidad quién es; le llamamos narrador; no se alcanza la entidad de un hablar verdadero. Como hablar real hay que descartarlo.

Las observaciones hechas llevan a la conclusión de que en el ejercicio de la lengua se realizan dos operaciones: una, la del hablar común; otra, la actividad de componer una representación. De la primera surge la lengua actualizada en el tiempo y de la segunda salen objetos de lengua, representaciones, con una lengua que no está actualizada.

Pero hemos visto en el ejemplo que en las representaciones, en sus objetos, aparece un supuesto y desconocido hablante y se le llama narrador. Pero esta voz narradora, inserta en el texto de la representación, no es la actividad del hablar común, la que definimos como contrapuesta a la representación. Se parece a esa realidad como un simulacro.

5 La representación. El concepto de representación es esencial para entender el texto narrativo. La representación es mímesis, es la presentación imaginaria de un mundo ausente. Ante ese mundo el hombre es contemplador. Gusta, aprende, disfruta; y dice Aristóteles que hasta los niños se aficionan y gustan de las imitaciones, de lo representado. Eso es la tragedia, la comedia, la epopeya, la poética. El poeta no es un hablante, sino un hacedor de representaciones[3].

Pues bien, como la representación tiene que contener una historia, encierra en sí la arquitectura temporal de un suceso. Esta arquitectura es la sucesión de acciones trabadas entre sí en una serie, la serie es de verbos y se compone con pretéritos perfectos simples. En el fragmento citado anteriormente se encuentra esta estructura temporal, la señalo con los verbos en negrita, es la sucesión de acciones de los párrafos B y D.

llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba… se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele (*no se quitó / se quitaba) de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero.

En esta muestra tenemos la esencia de la representación, con cuatro perfectos simples, un imperfecto y un infinitivo. La serie es una estructura sintagmática temporal, que da la imagen del tiempo que transcurre, pero no se indica que sea en tiempo pasado. Estos pretéritos no indican pasado ni son signos deícticos del pasado. El tiempo no se señala con ellos, pero se representa en la secuencia empalmada de acciones. Las acciones vienen expresadas en pretéritos perfectos simples, y no significan acciones pasadas. Los argumentos, las acciones o los eventos, están completos, pues son perfectos simples, y por esto el empalme está bien encadenado; detrás de un verbo viene otro, lo que viene después sucedió después. Las acciones empalmadas se mueven ante quien lee como los caballitos de feria.

Pero tenemos también un imperfecto, cuando menos lo pensaba, y es un tiempo pretérito que tampoco señala, como el pretérito perfecto simple, pasado, pero a diferencia de él presenta la acción en su devenir, retenida, no terminada; es imperfectivo. Los imperfectos no construyen, por su debilidad en la delimitación, la serie temporal de manera bien trabada, y muchas veces no son sucesos. Pero en ningún caso se trata de acciones que ocurran en el pasado.

La representación es la secuencia de las acciones junto con los aspectos y los escenarios. El suceso se presencia como acontecimiento y también es acontecimiento el hablar de los diálogos, pero de ello aquí no trato. El Quijote consiste predominantemente en diálogos. La representación ocupa pasajes menores y más cortos, pero son absolutamente esenciales para la obra y para los propios diálogos.

Ejemplo: Don Quijote detiene la mula de uno de los llevan a un difunto, encamisados y portando antorchas.

Era la mula asombradiza, y al tomarla del freno se espantó de manera que, alzándose en los pies, dio con su dueño por las ancas en el suelo. Un mozo que iba a pie, viendo caer al encamisado, comenzó a denostar a don Quijote, el cual, ya encolerizado, sin esperar más, enristrando su lanzón, arremetió a uno de los enlutados, y, mal ferido, dio con él en tierra; y, revolviéndose por los demás, era cosa de ver con la presteza que los acometía y desbarataba; que no parecía sino que en aquel instante le habían nacido alas a Rocinante, según andaba de ligero y orgulloso.(Primera parte, capítulo xix).

La representación contiene y consiste esencialmente, aunque no únicamente, en un sintagma o serie de acciones encadenadas. Esta es la entraña de la representación. La novela, como la de Cervantes o cualquier otra, es representación e imagen de un mundo, en él entramos, en su trama, y en todo lo que representa, a sabiendas de que es ficción. En una novela el mundo está ahí, nos introducimos en él.

6 La representación no es hablar ¿Dónde está su origen? Pensemos cómo se forma, pensemos en su origen, que tiene que estar en el hablar. Atendamos a la conversación coloquial donde es corriente que se cuente un suceso, y en el suceso que refiere uno a otro encontraremos la representación. Se puede observar incluso el cambio significativo, el deslizamiento desde el hablar que cuenta un suceso pasado, hacia la representación del mismo. En ese momento se deja de hablar, se deja de lado el contacto de la comunicación real con otra persona y la actividad se orienta a componer la representación del suceso. Lo ocurrido se convierte en asunto de un objeto que se contempla. No es forzar demasiado las cosas ver ahí el nacimiento de la representación.

En lugar de hablar se trabaja en la representación del suceso. En lugar de dar noticia hablada, se compone una imagen que lo hace presente, y el interlocutor que escuchaba se mete en el mundo imaginario y vive en esa representación. Lo puede ya contemplar desde dentro y no necesita estar a la escucha. Si la sobrina de nuestro ejemplo compone la representación de la recaída y del curso de la enfermedad de su tía Matilde, pasaría insensiblemente de una actividad a otra. Escribir un relato no es hablar. Esta es la consideración necesaria para entender el diferente uso de los tiempos pretéritos que he indicado.

Un momento clave en esta transición es cuando el que escucha pierde contacto con el hablante real y pasa a estar pendiente del relato mismo. Porque se sitúa ante una representación, que es un objeto. Son dos actividades llevadas a cabo con la lengua bien distintas. En el hablar se está en comunicación con una persona y pendiente de ella. Esta relación supone muchas cosas, entre ellas que la credibilidad se otorga al hablante. Se cree en él o se duda de él. El suceso ¿es como lo cuenta o será distinto? Depende de su honestidad o de sus conocimientos.

Pues de modo muy diferente es la relación que se establece, mediando el lenguaje, con la representación. Ante una representación, ante un objeto, la credibilidad es otra. Se puede dudar de una persona, porque estamos ante ella, pero no se puede dudar de un objeto cuando estamos ante él. Ahí está, así es. Tengo que aceptarlo. La representación lleva en sí con su presencia el fundamento de su verdad. Es de naturaleza apofántica. Viene a ser como el monte que se tiene delante, está ahí.

Si lo representado es un suceso histórico y fuera falso, su contenido hay que verificarlo documentalmente y dejaría de aceptarse esa representación, dejaría de ser tenida por verdadera en su confrontación con la realidad. Se juzgaría ya con los varemos de la comunicación real, se verificaría la fuente de ese objeto y se tendría una actitud crítica semejante a que se tiene ante una persona. Pero, claro está, si se trata de un relato ficticio, no cabe dudar de lo representado: o se acepta o se deja la lectura de la ficción. Pues bien, siempre hay que aceptar el mundo representado, sea histórico o sea ficticio. La representación nunca es hablar.

Las dos actividades posibles con la lengua son el hablar y el representar. Estas dos actividades, el hablar y el confeccionar representaciones están en competencia. Paradójicamente, cuando el confeccionador de una representación deja de hablar, es cuando decimos que cuenta una historia.

6 No hay fusión entre hablar y representar. La referencia al tiempo pasado real se pierde, el hablar se convierte en componer una representación, y en la representación el tiempo desaparece, el hablar del que se está pendiente en el tiempo, se convierte en un objeto que se contempla. Su tiempo — la narración siempre tiene que ver con el tiempo— no es la relación con el pasado, sino ese tiempo que consiste en seguir una arquitectura temporal de lenguaje. El tiempo es la sucesión interna de la historia, el tiempo construido con la secuencia de los verbos. Y de este modo los pretéritos indefinidos de la serie no indican ya tiempo pasado respecto a un hablar que no existe, sino posterioridad en la serie. La serie dice que lo que viene después ha sucedido después. La serie sostiene como armazón temporal toda la representación.

En el caso que puse al principio, si la sobrina quiere dar noticia de la enfermedad de su tía, puede contar el suceso hablando o puede confeccionar una representación del mismo. Pero las dos actividades son diferentes y no pueden conciliarse en una. Si compone una representación de la misma, entonces, en lugar de comunicarla, la expone y se puede presenciar. Si quiere dar cuenta pormenorizada del suceso, articula una serie temporal y confecciona una representación, y, paradójicamente con esa intención de contarlo todo, deja de contarlo en el sentido de hablar.

Desde la simple conversación coloquial se puede dar el paso a la representación. Compiten entre sí, como dos opciones, el hablar y el confeccionar una representación. Esta segunda consiste en construir una serie temporal, de tal modo que con ella se pueda contemplar el suceso. La lengua deja de estar actualizada. El poeta es el hacedor, es el artesano que compone representaciones y no habla. Cuando colapsa el hablar, se atiende al suceso mismo y la referencia al hablante y a su tiempo pasado real se pierde. Hablar y representar son las dos actividades posibles con la lengua, pero incompatibles entre sí. No hay fusión posible. Ante la representación se contempla y ante el hablar se escucha[4].

7 Los tiempos del verbo. He diseñado o descrito la existencia de dos discursos. Digo discursos porque la representación no significa aquí una función del lenguaje (Jacobson, 1960), sino la plena actividad de un sujeto lingüístico — evito la palabra hablante— y a cada uno de estos discursos corresponde un uso diferente de los verbos pretéritos. La diferencia entre estos usos es enorme. Tanto que hay que afirmar la existencia de dos sistemas verbales. Para explicar este punto nada mejor que la exposición del sistema verbal español que hace W. Bull (1960). Según este autor hay que aplicar a la relación tiempo verbo un modelo teórico de dos ejes temporales. Resumo este planteamiento

Un primer eje responde a la esfera del presente. El presente enunciativo del hablar es un punto cero de referencias y dos momentos, el pasado y futuro inmediatos, que llama anticipación y recuerdo y pertenecen al presente. Estos tres momentos son presentes, el acto de anticipación o recuerdo son presentes, lo recordado o anticipado no lo es. Con el trío, ha cantado, canto, cantará, se forma un eje.

El segundo eje incluye también dos momentos, uno de anticipación y otro de recuerdo. De este modo no se propone una línea de tiempo única, sino dos. Según este esquema tenemos esta relación:

Ha cantado – canta – cantará

                Había cantado – cantó/cantaba – cantaría

Lo peculiar del verbo español es que en el lugar del pasado, en el centro del segundo eje, figuran dos tiempos.

 

  hemos vendido vendemos venderemos  
  habremos vendido cero cero
habíamos vendido Vendimos

vendíamos

venderíamos  
  habríamos vendido cero cero  

De acuerdo con esto resulta que el imperfecto y el perfecto simple constituyen el centro de un segundo eje de referencias en el pasado, porque para Bull los tiempos pretéritos son siempre tiempo pasado. La anticipación es el futuro de un pasado, el condicional (venderíamos); y el recuerdo es el pasado de un pasado, el pluscuamperfecto (habíamos vendido). El pretérito anterior cayó en desuso, pero todavía no en Cervantes.

Tanto en la construcción de Bull, como en la conjugación de la GRAE o en cualquier otra gramática, se presupone que todos los tiempos, los 19 del verbo español, están vinculados entre sí y ligados a la condición deíctica del presente de indicativo. La diferencia con Bull consiste en que la vinculación del pasado con el presente se realiza de eje a eje. No obstante, todos los tiempos de la conjugación, en estas explicaciones, tienen como centro de referencia absoluto el presente de indicativo con el valor deíctico de presente, es decir, vinculados a un acto de enunciación[5]. Por lo cual la lengua siempre se considera que está actualizada. No se concibe que pueda darse un verbo ni una oración, sin que funcione inserto en la deíctica enunciativa. No se puede, por consiguiente, explicar de modo sistémico, que un pretérito perfecto simple no indique tiempo pasado, que no sea deíctico de un tiempo pretérito y que no esté actualizado. Algo exactamente contrario es lo que sostengo.

8 La enunciación inversa. Ahora bien, como el tiempo que la lengua señala no lo ponen los signos, sino las personas, hay que pensar que cuando una representación es percibida, el receptor o contemplador es el quien la actualiza en su tiempo, en su momento de lectura. Lo hace verbo a verbo en la secuencia según lee. Y de este modo se puede concebir una actualización a la inversa de la enunciación. Porque en la enunciación el que habla actualiza, y en la representación el que lee o contempla lo representado es quien actualiza. Esta forma de actualización es distinta (Muñoz Romero, M. 2006).

En una sala donde se representa un espectáculo, se encuentra una muchedumbre de solitarios juntos, perciben el espectáculo al tiempo, pero uno a uno, individualmente. De igual modo, el que lee actualiza en él la lengua y entra por medio de ella en el mundo representado. Teniendo en cuenta, además, que no es ese mundo el que entra en su imaginación de lector; mas bien el efecto de la percepción es el contrario, el lector entra en el mundo ausente y representado. Y en esa operación, el lector de representaciones se enajena de su tiempo y de su mundo, lo abandona. Y este mismo fenómeno nos está diciendo que la lengua de la representación sigue siendo algo desactualizado en el mundo real. Son ellos, los lectores, los que contemplan, los que viven en la fascinación de lo representado (y prescinden del contacto con el mundo de la comunicación enunciativa, o sea, del hablar, del que se evaden), son ellos los que actualizan la lengua.

9 Los tiempos de la representación. Si la representación tiene una lengua desactualizada, es porque no la enuncia nadie; es necesario, por ello, estudiar su sistema verbal aparte, puesto que está desvinculado del presente de indicativo y de la enunciación; es decir, hay que hacer un estudio propio y no el de las gramáticas, pues ninguna establece esta diferencia.

Con el planteamiento vigente de un sistema verbal único es imposible entender la diferencia entre pretéritos que señalan pasado y pretéritos que no lo señalan. No se puede dar razón de algo tan evidente como lo que he planteado al principio: se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, no se refiere a ningún tiempo pasado. No hay mas remedio que admitirlo y por eso se dan explicaciones para encontrar una salida y no convencen.

Hay que admitir que los tiempos de la representación han resultado de la segregación del segundo eje, y por ello los tiempos de la esfera del pasado forman un sistema verbal separado de la conjugación general. Tienen que considerarse con completa independencia de este sistema verbal, aunque tengan los mismos nombres y las mismas formas. Constituyen un sistema verbal no deíctico. No pueden englobarse en el cuadro de la conjugación de los tiempos general, ni explicarse como si pertenecieran a él. Esto será, según me parece, el origen de una gramática propia del discurso representativo, que está por realizar y propongo.

Por la misma razón, en los verbos de la representación no aparecerá, en principio nunca, un verbo de la esfera del presente. El texto de la representación carece de presentes, y de los otros tiempos de su esfera, el futuro de indicativo y el pretérito perfecto. Y la razón de que se narre en pretéritos está clara, porque la representación se origina en el hablar que menciona un suceso pasado; y como nace en ese ámbito del pasado, las representaciones se escriben en pretérito, pero en pretéritos que no señalan pasado, simplemente muestran un suceso. La paradoja que al comienzo de este escrito planteé está resuelta de modo sistémico. Como también lo está, aunque no lo trate ahora, el presente histórico, que permite desechar las explicaciones metafóricas. La paradoja está en que cuando una persona nos dice que nos va a contar una historia deja de hablar. Y si no se calla y se pone a escribir, le diremos que no nos cuente historias.

Las representaciones se construyen en tiempos pasados por otra razón poderosa: con el presente imperfectivo no se puede representar un suceso. No se representa un suceso en tiempos presentes, porque con ellos no se pueden empalmar las acciones y construir una serie temporal, imprescindible para configurar la representación de una historia. No se puede construir una serie con acciones simultáneas y pretender que ese conjunto sea una historia representada. El presente es imperfectivo por naturaleza, las acciones nunca se presentan concluidas y completas. Y si se presentaran concluidas, ya no serían presentes. En presentes no se puede representar un suceso. No se puede narrar.

El suceso requiere la confección de una arquitectura sintagmática bien trabada, perfectiva. Y se construye en español con pretéritos perfectos simples. Con pretéritos imperfectos, que son como los presentes, tampoco se puede narrar. Con ellos solos no se puede, pero sí se puede cuando acompañan al perfecto simple. Y este es el punto central de esta comunicación al V Congreso Internacional del Español, los planos de la narración en español. En español tenemos en la representación narrativa dos planos, porque tenemos dos tiempos para hablar del pasado y en consecuencia también dos tiempos para no hablar del pasado y representar el mundo.

Lo curioso del asunto es que cuando el verbo se desvincula del tiempo y los pretéritos dejan de señalar pasado, vienen a ser como presentes en la representación. Y con los presentes de la representación ocurre lo contrario de lo que sucede con el presente enunciativo. El presente de la representación tiene, por necesidad, que ser perfectivo, para empalmar la serie, pero en español tiene a su lado un tiempo imperfectivo le acompaña[6]. No solo como tiempo descriptivo, sino de acción.

Este rasgo es el que hace que la narración de un suceso de despliegue en dos planos. El primero completamente imprescindible y el segundo que puede faltar. Y por eso en bastantes casos tenemos una imagen doble del mismo suceso. Un ejemplo breve del Quijote sería este:

Venían las doce dueñas y la señora a paso de procesión, cubiertos los rostros con unos velos negros y no trasparentes como el de Trifaldín, sino tan apretados que ninguna cosa se traslucían. Así como acabó de parecer el dueñesco escuadrón, el duque, la duquesa y don Quijote se pusieron en pie, y todos aquellos que la espaciosa procesión miraban.

(Capítulo xxxvii, segunda parte)

Dejo en manos del lector la separación de los planos. Los ejemplos de primero y segundo plano son abundantísimos en la narrativa breve contemporánea. Esta, como otras estructuras del relato son, a mi juicio, la materia apropiada para diseñar ejercicios de escritura y lectura. Leer el primer plano y el segundo de modo independiente, conmutarlos entre sí, completar partes suprimidas para ejercitarse en ellas. Estudiar el uso narrativo de los gerundios, infinitivos y participios en función de la arquitectura temporal de la serie y tantísimos ejercicios que requieren el diseño por parte de profesores creativos. Los talleres de narración necesitan descender al trabajo del texto y para ello hay que conocer bien su estructura, porque dentro de la libertad de los cambios se encuentra el estilo y la forma que piden los argumentos. Creo que los talleres de narrativa tienen este campo abierto a un fantástico desarrollo.

 

 

.BIBLIOGRAFÍA

BELLO, A. y CUERVO, R. (1923) Gramática de la lengua castellana.

BENVENISTE, E. (1971) Problemas de lingüística general.

BULL, W. (1960) Time, Tense, and the Verb. Berkeley. University of California.

CHATMAN, Seymur (1990) Historia y Discurso. Madrid.

COMRIE, Bernard (1976) Aspect. An introduction to the study of verbal aspect and related problems. Cambridge University Press.

JACOBSON, R. (1960) (1974) «Closing Statements: Linguistics and Poetics».

MARTÍNEZ BONATI, Félix (1972) La estructura de la obra literaria. Una investigación de filosofía del lenguaje y estética. Barcelona.

MARTÍNEZ BONATI, Félix (1981) Representación y ficción Rev. Canadiense de Estudios Hispánicos Vol. 6 No. 1 (Otoño 1981) pp. 67-89.

MARTÍNEZ BONATI, Félix (1980) The Act of Writing Fiction. New Literary History,

MUÑOZ ROMERO, M. (1986) «Funcionamiento de los deícticos temporales en la narración» Philologia Hispalensis, vol. III, fasc., pp. 95-102.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2009) GRAE. Nueva gramática de la lengua española. Madrid.

ROJO, Guillermo (1988) “Temporalidad y Aspecto en el Verbo Español” LEA 10/2 195-216.

VALENZUELA CERVERA, J. A. (1978) Estructura de la comunicación narrativa. Cervantes Virtual

VALENZUELA CERVERA, J. A. (1970) Las actividades del lenguaje.

VALENZUELA CERVERA, J. A. (2016) El texto de la narración en español. PDF. https://textonarrativo.com.

VALENZUELA CERVERA, J. A. (2018) Narración. Trama del texto. Amazon. Kindle, eBook..

[1] Esto se puede comprobar en cada párrafo de la obra de Chaptman (1990). Según este autor, toda representación es siempre comunicación de un narrador. En una perspectiva de lenguaje, la representación, es un objeto y detrás de él hay un artesano, no un hablante narrador.

[2] Capítulo LXXIV y último de la segunda parte del Quijote

[3] En la Poética de Aristóteles, sin pedirle precisión a sus conceptos, percibo que la diferencia entre el hablar y el imitar tiene la misma diferencia que establezco entre hablar y confeccionar una representación.

[4] Es en Martínez Bonati (1981) donde se puede encontrar claramente explicado el concepto de representación unido a la objetividad, a la mostración apofántica, en la que nadie habla.

[5] Aunque W. E. Bull (1960) no considera la desactualización del verbo. La agrupación de los tiempos pasados en un segundo eje facilita concebir que se segregan del primero. Y al segregarse el eje secundario pasa a ser el primario, y se convierte en la última referencia, de la representación.

[6] Por esto se ha llamado al imperfecto presente del pasado. Para conocer el desarrollo de este tema remito a https://textonarrativo.com/. Con imperfectos se representa lo estativo y descriptivo y tambié

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