La deixis del hablante y la enunciación inversa
Este artículo contiene un concepto esencial. Todo lo referente al texto de la narración se relaciona necesariamente con él. Resume lo que hay que entender, para desentrañar el texto narrativo.
La deixis del hablante
La deixis es siempre un asunto personal y ha de contar con la referencia a alguien que la emplea y la actualiza. La lengua se actualiza en el hablar común, en la enunciación comunicadora, dirigida a oyentes o lectores reales en un hablar real. Lo representado con palabras, un objeto, no posee deixis alguna porque la lengua no se emplea comunicando sino esculpiendo una representación. Es representación y no hay que buscarle presente. No tiene ni aquí, ni ahora, ni yo. La actualización de esta lengua sin deixis y desactualizada, reducida a sí misma, la realiza como acto personal y actualizador el que la lee y contempla. El lector es persona y en él tiene lugar la señalización de la deíxis. Hay que tener en cuenta que el presente originario de toda actualización no lo dan las palabras, los verbos señaladores o sus morfemas temporales, sino el acto personal y egocéntrico de usarlas.
Lo que el lector actualiza como presente son palabras desactualizadas de un suceso representado y escrito en pretéritos. El lector actualiza como contemplador lo representado, y como oyente el hablar del narrador también inactual. El narrador, que antes hablaba en pretéritos y refería al pasado todo con su hablar enunciativo, ahora habla en pretéritos desactualizados, porque su hablar no es un acto real. Esos pretéritos los actualizada el oyente, el receptor de ese hablar inmanente. El narrador no tiene acto enunciativo propio, es un hablar sin persona.
La primera vez que me encontré con esta idea, y por el momento la única vez, fue hace tres años en un artículo de Muñoz Romero («Funcionamiento de los deícticos temporales en la narración» cito al pie). En los textos narrativos en francés, dice, lo primero es el acontecimiento mostrado, al contrario de lo que ocurre en el uso común del hablar, en que lo primero es la enunciación. Encontré en esta afirmación sorprendente, la confirmación de lo que intuía sin encontrar explicación, al leer ese artículo, aunque la autora no trata el verbo, entendí lo lo que pasaba con él en español.
Por lo tanto, el texto de la narración en su conjunto dual lo actualiza el receptor. Se han invertido los términos de la relación. La enunciación actualizaba la lengua, la lengua que poseía el hablante en su interior. Y ahora, la lengua no actualizada del texto, la actualiza el lector. Este lector ante el texto de la narración es a la vez oyente y contemplador. Se encuentra ante una lengua que en realidad no tiene emisor en su parte hablada ni emisor en lo representado, como tampoco tienen emisor la Afrodita de Milo o el discóbolo de Mirón. Este acto del lector es un acto un acto de apropiación del texto narrativo, apropiación que consiste en situarlo en su presente. El término apropiación es el contrapuesto a enunciación.
De lo anterior se deduce que esos pretéritos vacíos de deíxis, no señalan pasado, pero son presentes deícticos en la actualización inversa. Por lo tanto, esos verbos que indicaban pretérito como elementos deícticos o palabras señaladoras, y dejaron de señalarlo, ahora cambiando de función señalan presente, el presente de la persona que los actualiza, el lector. Esta deixis inversa es como la enunciativa egocéntrica.
El tiempo de leer o presenciar es el presente de la persona, un tiempo que va pasando en la lectura o contemplación, es un tiempo que discurre como el río, circula en línea de la lengua. Está en movimiento y se va haciendo pasado. Todo sucede a la inversa de la enunciación con la que tiene semejanzas. Porque el acto enunciativo o su deixis no tiene dimensión temporal como ya he señalado. En la enunciación no se señala ninguna dimensión al presente. El presente es abierto e imperfectivo.
Ahora, en la representación de la historia, el presente es perfectivo, como aspecto que hereda de funcionar como perfecto simple, y va muy bien que lo sea para que funcione la arquitectura temporal de la representación. Lo presenciado ocurre en cada momento sucesivo de lectura y se pierde hacia atrás y al quedar atrás se convierte en algo anterior. El presente en la actividad receptora está de diferente modo al que se señala en la actividad emisora o enunciativa. La dimensión presente del mundo mentado en la enunciación proviene de la actualización sucesiva. Se habla siempre en presente, y el presente existencial pasa sobre la persona.
La arquitectura temporal del núcleo es una sucesión de momentos, de acciones puntuales, perfectivas, como corresponden al pretérito perfecto simple. La serie verbal de la historia se apoya en el morfema pasado y perfectivo, no se sostiene por el significado temporal de su léxico. La arquitectura temporal de la serie es gramatical. El texto de la historia presenta la sucesión de acciones puntuales y completas y el lector, con sus actos de lectura puntuales los convierte en su presente.
En este caso no hay ni deixis en fantasma ni deixis real. El mundo representado será real o ficticio, eso no importa, lo que importa es que la lengua la actualiza el contemplador. Esta es la base para afirmar que los pretéritos en realidad indican presente y son presentes en el discurso de la representación y en el hablar del narrador. Son presentes narradores.
El lector se sitúa ante el texto de la narración como un solitario. Como lo son cada uno de todos los que siguen una representación teatral o una película. Una multitud de solitarios en la misma sala. No hay deíxis real o en fantasma, puesto que la representación está ahí desactualizada por su propia naturaleza y no se atribuye a nadie.
Por lo tanto, ante el texto narrativo completo aparecen dos implicaciones: se aborda el texto como oyente y se aborda como espectador. Se mezclan estas disposiciones en la lectura. Hay que leer bien uno y otro estrato del texto, no confundirlos. No hay que atribuir la representación al narrador, como se hace continuamente en los comentarios de la narratología. El narrador no cuenta todo. No responde a la experiencia de un lector que vive en el relato. Entra en el mundo representado y lo ve. Ve, vive en él, no escucha. Lo hace con intuición, Hasta en la entonación de leer en alto se nota.
¿Cómo es posible esta confusión? Es posible cuando no se distinguen estas entidades lingüísticas y lógicas que se mezclan en los estratos del texto. El texto hay que desentramarlo en sus estratos para entenderlo. O hay que conocer intuitivamente por connaturalidad su estructura y su origen, lo conoce así un buen actor o escritor. Pero se puede conocer reflexivamente, como debe hacerlo un profesor, cuyo cometido, en mi opinión, no consiste en enseñar esta teoría. Pero como un buen entrenador, que eso es un profesor de lengua, necesita conocerla y servirse de ella.

José Antonio Valenzuela, versión de jun 2020
Muñoz Romero, M. (1986) «Funcionamiento de los deícticos temporales en la narración» Philologia Hispalensis, vol. III, facs. 1, pp. 95-102.