Cuando la representación es actualizada por el lector.

Cuando la representación es actualizada por el lector.

¿Deixis del hablante o deixis del oyente?

Con el presente de indicativo y con el acto de la enunciación, se sitúa la lengua en el tiempo de la persona que habla. Situarla significa el  hablar, la lengua como hablar,  como conducta,  hablar en situación, según Bühler. El presente de indicativo es en el acto enunciativo un señalador.  Si ese tiempo verbal no se encontrase en el tiempo vivo de un hablante, no sería señal, sería puro léxico en una lista,  sin valor  de referencia externa al tiempo.   El acto de la palabra es comportamiento en el tiempo y, precisa­mente por serlo, con algunas palabras se señala el  tiempo de ese comportamiento.  El tiempo no es ni puede ser propiedad de la lengua, sino de los hablantes, de su existencia, de sus actos, de sus hechos, de su conducta verbal. De ahí que en su referencia al tiempo, los signos  mostrativos necesitan la  conducta, el  acto de señalamiento. El hablar, el discurso actual, requiere una situación de comunicativa  real. Los pretéritos forman parte naturalmente del sistema deíctico.  En el acto de enunciación el pretérito indefinido señala tiempo pasado.

Ahora podemos preguntar: ¿Qué dimensión temporal tiene  el presente? La respuesta es que el presente de indicativo como acto señalador,  según me parece, no tiene ninguna dimensión. No indica cuanta extensión de tiempo abarca, (el tiempo que consume  la mostración  como signo y como acto es irrelevante). La dimensión del tiempo pertenece a la experiencia no lingüística y se puede hablar de ella con  palabras nocionales: horas, temporadas, estaciones. La experiencia del tiempo, la dimensión del  presente, es algo enteramente variable y dejado a los diferentes modos de vivirlo.

Si la  noción de presente deíctico no connota nada  acerca de la dimensión del tiempo, sí tiene que ver en cambio con la actualidad.  La enunciación como acto es una señal, el presente de indicativo nos dice que  pertenece a un hablante,  a su tiempo, a su ser y a su conducta. El uso del presente señala que la lengua se actualiza en el tiempo del hablante con referencia a su ser y su conducta. Y si no son palabras en listas o diccionarios.

El tiempo señalado por el presente de indicativo no es el tiempo instantáneo de ese  acto ni acota ninguna dimensión de tiempo. Es solamente una señal que sitúa la lengua en el hablar. Al señalar pone su contenido en el tiempo, y la  vida dirá  la extensión que tenga ese presente. La extensión del presente no es una cuestión lingüística, es de experiencia vital del tiempo  que  ofrece  muy diversas dimensiones.  Por esta razón, creo que se puede pensar que la dimensión del presente no tiene nada que ver con la mostración de la deixis.

La deixis indica diversas relaciones  de proximidad  que son relativas y no miden nada. El presente de indicativo es un señalamiento sin dimensiones, un señalamiento abierto y sin límites, que denominamos imperfectivo.  Es el acto por el cual la lengua está adscrita a una conducta ,  por lo que el  presente de indicativo significa que la lengua está actualizada en un hablar y así la debo tomar, aunque me faltasen datos para situarme en esa comunicación. Y el pretérito perfecto simple, cuando significa pasado, presupone el presente de un hablante. Así  es como el sistema verbal establece  la relación  de unas formas verbales con otras. En cierto modo, por medio de ellas, según se usen, se puede deducir alguna extensión relativa. Porque el presente actual, además de funcionar como signo deíctico, se constituye en eje de referencias o grado cero del tiempo relativo, interno al sistema verbal.

Bülher indica dos modos de mostrar: demonstratio ad oculos y demonstratio in phantasma.  La diferencia  nace al considerar la ficción ¿Qué actualización puede haber si el hablante es ficticio y el tiempo también?  Se actualiza la lengua  en el tiempo de la fantasía imaginaria. El campo mostrativo del tiempo formado en fantasía por el narrador y el oyente, no es  el tiempo real de los hablantes comunes en cualquier situación de comunicación lingüística real. A este presente de un tiempo en fantasía lo denomina inactual. En la base de este planteamiento está asumido que siempre se narra en pretérito, y hace falta distinguir el pretérito de la ficción del pretérito actual. Se concluye fácilmente que la ficción es lengua no actualizada como la del hablar común comunicativo.

Este planteamiento no acaba de ser completamente útil. Tiene la dificultad de que por el texto no se puede saber nunca qué clase de deixis se emplea. Solamente se puede saber si sabem0s que el hablante es persona real y su comunicación también.  Es algo perteneciente al acto enunciativo,  a la conducta. Si una narración es ficticia o histórica lo dicen factores externos al texto. Lo sé de antemano si compro una novela. Y además  la deixis es siempre personal. Entonces ¿dónde está la deixis en un texto mostrativo donde nadie habla? Nadie habla cuando se trata de un texto histórico o cuando es imaginario.

La mostración o representación no la dice nadie.  En todo caso se adscribe al mundo real o al mundo imaginario si la voz que acompaña es de una figura creada o es persona  real. Si es persona real y le atribuyo la representación,  entonces es un pasado de esa persona,  pretérito real, deixis actual ad óculos . Y si el hablante es imaginario, la representación escrita atribuida a él está escrita en pretéritos , se dice que toda historia se escribe en pasado. Pero siendo ficticio no indican pasado real, sino imaginario. Se puede aplicar la noción de Bühler.  Pero esta explicación es tautológica  y no explica nada  en realidad. Se basa en la idea  asumida de que  toda narración está en  tiempo pasado y es necesario explicar que el pasado de una ficción no es real. Todo es igual en uno y otro caso, y la lengua está actualiza o no actualizada al faltar el hablante real.

Y creo que a efectos de conocer la naturaleza del texto narrativo se ha de plantear de modo diferente. Hay que definir bien la representación,  y entender que por la categoría de ente lingüístico que es nadie habla, no puede apreciarse ninguna voz sin dejar lo representado. Este enfoque significa contemplar lo representado sin atribuirlo a nadie. Con la mostración se alcanza una imagen del mundo y se presencia, se entra en ese mundo sin que nadie hablando guíe. Como se puede contemplar un retablo en sí mismo. Lo representado,  por el hecho de que sea con palabras, no implica una comunicación hablada. El medio de la representación son las palabras, pero  lo representado no depende ni se hace  por medio de una  comunicación hablada. Pero como la  representación, el estrato mostrativo, suele venir acompañado del estrato de la comunicación lingüística, porque el llamado «narrador» o  alguien  habla del retablo, entonces  el que contempla también es receptor de una comunicación. Pero no hay que mezclar las cosas o, mejor dicho, confundirlas. Se trata de instancias diferentes, porque esa voz se distingue de lo representado donde nadie habla a pesar de todo.  Salvo el relato autobiográfico que ahora aparto de la consideración  explicaré en otro momento. Tiene dos instancias  el discurso narrativo.

En este punto es donde cuenta el factor deíctico o la actualización de la lengua. La consistencia del discurso narrativo corre la suerte de la representación. Esta es una entidad lingüística, nacida en el contar sucesos pasados, que tiene el desarrollo y la capacidad de representar una imagen de la vida y del mundo, y cobra naturaleza propia, mas allá y diferente de lo que es la comunicación, porque deja de ser comunicación. Representación y comunicación son entidades diferentes. La naturaleza de la representación significa que la lengua no esta actualizada por un hablante. Y por lo mismo no hay en ella deixis alguna, no hay señalamiento. Un hablante puede atribuirse la representación como confeccionada por él. Como lo hace un escultor.  Puede decir que la escultura es suya, pero frente a ella, que es muda.  De igual modo el escritor. Puede hablar de la representación que ha compuesto como habla el pintor o el escultor. La representación es en sí misma es impersonal. El relato autobiográfico no contradice esto, pero ahora lo soslayo.

Los pretéritos en que está compuesta señalan un tiempo pasado real, porque  el hablante  establece la actualización en su pasado, según hemos dicho que es el origen del discurso narrativo.  Pero ya formada la representación en su naturaleza lingüística, cobra entidad propia desconectada del hablar, mas allá de la retrospección.  Y entonces la representación en si no tiene deixis ninguna. Se configura como entidad impersonal y se confronta  con el hablar del que ha surgido.  Y si el estrato de comunicación  lingüística. el hablar de alguien, predomina, cohibe  la representación y no despega.  Queda subordinada al hablar.  Entones ese hablante actualiza la lengua y lo representado, si representa algo, no sale de la mención del pasado real. Además como está tentativamente confeccionada con pretéritos serían pretéritos actuales. Creo que en este supuesto que describo, al no desvincular la representación del hablar, se origina la terca noción  de que todo relato se escribe en pasado.

La fuerza de la representación reside en poner delante la imagen de un mundo al que se accede por contemplación directa. Esta poderosa capacidad de lo imaginario hace que ocupe el centro y el momento primario es la contemplación. El mundo imaginario se alcanza  por visión directa, que enajena del contacto de la comunicación con persona.  Por su sugestiva presencia  enajena del mundo real. Entonces es cuando se puede apreciar el poder de la representación, que  desplaza al hablante y a la de comunicación.  La representación  en sí misma no esta actualizada  porque no hay hablante. La lengua se hace viva y presente en el contemplador, que  la sitúa directamente en su presente cuando contempla.  En este caso  no hay ni deixis en fantasma ni deixis real. El mundo representado será real o ficticio, eso  no importa, lo que importa es que la lengua la actualiza el contemplador.  Esta es la base para afirmar que los pretéritos en realidad indican el  presentes del mundo representado, son presente  en la representación o presentes narradores.

Con arreglo a esta diferencia un sujeto receptor se sitúa de diferente modo ante el escrito que contiene los dos elementos o estratos: la  representación y el hablar. Por una parte, puede situarse como oyente ante un hablante y escucharle;  si es persona  real y lo identifica como tal, lee lo representado como suceso  histórico y lo considera en el contexto de su pasado. El relato o representación es una historia representada, los tiempos verbales de pretérito  no son los que le dicen que es historia verdadera y pasada. Habrá comunicación real entre él y el narrador que habla. Pero la representación no son sus palabras como hablante.

Y, por otra parte, puede situarse frente a la representación y contemplarla como un objeto que le transporta directamente al mundo representado, real, histórico, pasado. Y contemplarla sin establecer comunicación con nadie. Como un observador, es un solitario. Como lo son todos y cada uno de los que siguen una representación teatral o una película. Quizá multitud, pero de solitarios. Lo tiempos verbales pretéritos  de la representación  no son señaladores deícticos del pasado. La representación es una lengua desactualizada,  no la pronuncia ni emite ningún hablante. La hace suya el contemplador en su presente.

No podemos decir que la representación este actualizada por la deixis real o en fantasma, puesto que la representación está ahí,  desactualizada por su propia naturaleza y no se atribuye a nadie.  Por lo tanto ante el texto narrativo completo y ante la representación y el hablar de una voz, caben las dos implicaciones: se aborda como oyente  y se aborda como espectador. No confundirlas, aunqe se den en una mezclada amalgama. No hay que atribuir la representación al narrador, como se hace contínuamente en los comentarios de la narratología. Ni pensar que la representación me la esta contando alguien, que el narrador “cuenta la historia”.  No es así la experiencia de un lector que vive en el relato.

¿Cómo es posible esta confusión? Es posible cuando no se distinguen estas entidades lingüísticas y se mezclan, a mi juicio, en los comentarios y explicaciones de los textos narrativos. La confusión no la produce el texto que contiene los diferentes hilos en una misma trama.  Es el acto enunciativo lo que cuenta. Si predomina el acto enunciativo del hablante o el predomina  acto receptor,  actualizador, del que lee como espectador.  Este último es un acto  de apropiación de la representación y el lector la  sitúa en su presente. Y deja en cierta sordina al hablante. El texto hay que desentramarlo en sus estratos para entenderlo. Y hay que conocer su estructura y su origen.

En todo este planteamiento, conviene señalarlo, no ha sido necesario tener en cuenta si se trata de una representación histórica, real, o de una representación ficticia. Tampoco he tenido en cuenta el relato autobiográfico, lo haré en otras anotaciones.

 

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