Al ser la enunciación el momento germinal de la lengua hablada, es decir, de la lengua simplemente, porque es oralidad en su nacimiento, voy a explicar desde ella la estructura principal de la narración. En los rasgos de la enunciación se encuentran, como en la raíz de un árbol la configuración de sus ramas, el doble desarrollo del texto de la narración, su naturaleza dual.
La enunciación
Enunciar consiste en el acto de hablar, la emisión de frases de una lengua, para comunicarse con otros hablantes y, cuando se logra la comunicación, se alcanza el entendimiento y la réplica. La lengua que nace con la comunicación ¿Cómo se origina? Las lenguas naturales se cuentan por miles y nacen en los intentos de comunicación a partir de cero. Se puede suponer que su formación sea desde un inicio elemental, una mínima comunicación lograda y sobre ella con contrastes, oposiciones y derivaciones se origina la vasta red que constituye su sistema de reglas y signos. Un proceso continuo y largo. La lengua que se usa está siempre viva.
Pasado el momento inicial, el sistema de signos preexiste ya a todo individuo por su naturaleza eminentemente social y colectiva. Pues bien, la enunciación es la voz de un hablante concreto en este ámbito lingüístico y social.
Cualquier sujeto de la sociedad lingüísticamente ya formada, puede ser emisor. Con un acto de enunciación ocupa el centro como persona viva y su tiempo será el punto originario de coordenadas. El sistema de signos y de reglas, interiorizadas en el hablante y desconocidas por él, se actualizan, se hace tangible la lengua y queda insertada el tiempo humano.
La enunciación, por tanto, es el funcionamiento subjetivo de la lengua, que tiene por principio la acción de un individuo concreto. ¿Quién habla y en qué momento? Un yo. El ejercicio del uso de la lengua es egocéntrico, se constituye en el ahora, el aquí y en el yo de una persona. Esto hace posible la comunicación.
El verbo
El verbo conjugado personalmente es el signo principal de la lengua. Se asocia con las personas gramaticales yo, tú y él. Estos pronombres son unidades sin referente, desocupadas, como monos de una baraja, y que sujetos individuales pueden ocupar ese vacío. Que activan con un acto de su conducta la lengua. El que habla es una persona real, el yo de primera persona. Es la pieza principal. La enunciación pertenece siempre a un yo, es la única persona que habla, la persona que realiza el enunciado.
Si dice, salgo, se menciona a sí mismo, si dice vienes, se refiere al tú, si dice sube, a la tercera persona él. En todos los casos la enunciación es suya. Y las acciones salir, venir o subir, tienen lugar en el tiempo del yo que enuncia, quien sea.Con el acto de enunciación de un presente de indicativo, ese yo señala su propio tiempo de persona viva. Por ello el tiempo verbal de presente es un señalador o deíctico del tiempo, pero no de un tiempo cualquiera, sino el de la persona que habla. El tiempo es el mismo para todos.
Así es como se incorpora a la lengua el tiempo humano o, visto desde el ángulo opuesto, el tiempo humano se inserta en la lengua y forma la temporalidad; porque el tiempo es siempre una realidad humana y la temporalidad es su expresión o equivalente en el lenguaje. Y se emplean dos palabras para poderlos distinguir. Los verbos son la pieza clave de la temporalidad en el lenguaje y por ello son esenciales en la narración, ya que un suceso es tiempo. Los verbos sitúan los procesos que ellos significan de la vida, en el tiempo del acto de la enunciación de un sujeto. Punto en el que conviene parar la atención: el acto de quien habla es tiempo de la persona viva; la lengua es el signo o la frase dicha, en cuanto tal no tiene tiempo, pero tiene temporalidad. El tiempo presente es de la persona que tienes delante y por ello el tuyo también, el tiempo del presente de indicativo es la temporalidad de la lengua.
Los pronominales, yo y tú, por estar vacíos de referente, están a disposición de cualquier hablante. El yo, un signo vacío, se reviste del que toma la palabra. El tú es igualmente un signo vacío, y lo constituye el yo en su comunicación enunciativa y anticipándose, porque el tú no tiene iniciativa. Cuando un sujeto realiza un acto de enunciación, su yo se convierte en el centro referencial de la lengua, y este acto tiene como elemento esencial su carácter de comunicación. Y debido a esto, el yo enunciante implica necesariamente el tú y la comunicación. A la segunda persona solo se le habla, no puede nunca hablar, porque si lo hace, se convierte en yo. Viene a ser como una persona incapacitada o minusválida. Siempre dependiente del yo, como un niño pequeño de su madre.
La enunciación es comunicación
Y el carácter comunicativo pertenece al acto de enunciar. Si el tú depende del yo, el yo no puede existir en la lengua sin el tú. Forman una indisociable unidad. La comunicación que es elemento esencial, como he dicho, de la enunciación, requiere al menos dos individuos. El yo es la única persona gramatical independiente y activa. Pero requiere el tú y por ello el discurso establecido por la enunciación es intersubjetivo y social. Cualquier enunciante implica y constituye a un tú receptor.
En esta intersubjetividad del discurso el tú no puede darse sin el yo, y el yo no se da sin el tú. Pero el referente primario es el sujeto de la enunciación y al receptor lo define la comunicación misma. Y esto parece claro que no se debe a la mera enunciación, sino a que la enunciación es siempre comunicación. Y existe el tú por la comunicación enunciativa de un yo.
Yo-tú son necesariamente coexistentes. Y dado el carácter vacío de los dos, cualquier individuo puede ser yo o tú en la relación comunicativa y por lo tanto son inversibles. Yo y tú se definen por la oposición entre ellos. Y como cualquiera puede constituirse en enunciante, cualquiera puede ser también receptor. La relación de comunicación yo-tú puede ser inversa a una relación dada entre personas concretas, y por ello la comunicación se convierte en réplica o diálogo.
Fue el lingüista francés, Émile Benveniste, quien describió la estructura de las personas en su relación con el verbo y la naturaleza de sus oposiciones. La definición de las personas gramaticales la realizó por la posición que tienen los participantes de la alocución comunicativa. De aquí se va a derivar como veremos una estructura esencial de todo texto narrativo.
Las correlaciones de persona
Émile Benveniste trazó las oposiciones que distinguen a las personas gramaticales en el marco de la alocución comunicativa: el hablante (yo) hace uso de la lengua para articular un discurso y comunicar algo a alguien (tú). Benveniste distinguió dos correlaciones que explican la función de las personas gramaticales en toda lengua: la correlación de subjetividad entre las dos primeras personas, que hemos visto, y la correlación de personalidad que opone las dos primeras personas a la tercera.
La correlación de subjetividad
La primera persona del singular, el yo, es la clave para comprender la estructura de las personas gramaticales. El enunciado del yo va dirigido a un interlocutor, que se define como la persona opuesta al yo, sin necesidad de comprobación previa. El hecho mismo de la enunciación implica un destinatario. Tú, en la situación de alocución, será el individuo al que se dirige la alocución. Así pues, tú no puede existir, sino en relación con la forma pronominal yo.
La correlación de personalidad
Se establece entre las personas yo / tú y la tercera persona, él. Esta tercera persona no se encuentra dentro de la correlación primera, pero viene a ser la materia objetiva en el proceso de comunicación: Elvira dice a Juan: pasa el tren. El paso del tren es la tercera persona, el evento ferroviario. Es el asunto o materia de la comunicación entre yo / tú, es el mundo que cae fuera de ellos mismos y al que se hace referencia. Esto significa que es un tercero. Se refiere siempre a otra cosa ajena a los interlocutores y fuera de la mutua relación comunicativa del discurso en que aparece.
Lo propio de la tercera persona es carecer de la marca de persona, él no implicar persona alguna tal como señaló Benveniste. Un proceso, acción o evento puede adoptar cualquier sujeto, o no tener ninguno, y este sujeto, expresado o no, no es jamás planteado como persona en la comunicación. Tenemos entonces que la tercera persona no sólo no es persona en la situación de alocución comunicativa, sino que pertenece a la enunciación en cuanto es referido. Un enunciado como el del tren que pasa, indica un fenómeno natural en proceso de realizarse, puro fenómeno, sin agente. Como si lloviera o tronara.
La tercera persona permite hablar al yo de un fenómeno en curso que se realiza por sí mismo y sin participación del hablante. Por ello la identificación entre persona humana y persona gramatical es incorrecta. Además, la tercera persona no es hablante con la primera ni la primera con ella. La función primordial de la tercera persona es la de permitir al verbo referir cualquier proceso del mundo, incluyendo las acciones de las personas, materia de la narración. Solo en este caso se puede decir que la tercera persona es persona. No en los demás.
La flexión verbal se reparte entre las tres personas gramaticales. Los verbos se conjugan según las tres personas. El yo y tu son coexistentes y la tercera persona, él, queda fuera. Porque el uso del yo implica comunicación con el tú, pero no hay comunicación con la tercera persona, él, que resulta del todo independiente. Su verdadera función consiste en no ser persona, dice Benveniste, nunca habla, aunque hablen de elle y nunca se le habla. De modo que, desde la naturaleza de la enunciación, ya se vislumbra que nacen dos discursos: uno en el que se habla y en el otro, no. Es para referenciar el mundo y representar sus fenómenos.
Veamos en un fragmento narrativo contemporáneo los dos discursos de la narración.
Capítulo 50 de la novela Patria, de Fernando Aramburu
El fragmento de este capítulo lo dispongo sin diálogos en dos columnas. A la izquierda el discurso de hablar, a la derecha el representar. El texto en su forma original está en el apéndice
Representación | Hablar |
Sin esperar a darle el beso de bienvenida, se lo preguntó. | Que si había visto el telediario |
Gorka, contrariado, lánguido, asintió. Y dijo que | había sentido vergüenza, mucha vergüenza. |
Se le encendió a Gorka un destello de súplica en los ojos, | como diciendo: tus palabras son muy fuertes, por favor no hables así. |
Los crímenes imputados al comando ponían los pelos punta. | |
Arantxa le dio una palmada de aprobación en las largas y cargadas espaldas por no haber seguido el mismo camino que | nuestro hermano. |
Y añadió, remedando la voz de la locutora: | El peligroso terrorista |
Eran tres los militantes buscados. Sus fotos en la pantalla. La de Joxe Mari, melena, pendiente en la oreja, juventud, había aparecido en el centro. A Arantxa la habían llamado por teléfono del pueblo. Una amiga de los viejos tiempos. Para darle la enhorabuena. | Por cierto, se ha hecho famoso ¿Quién? |
Su predicción agorera sobre el futuro de Joxe Mari ahora que está en búsqueda y captura: | |
o le explota una bomba mientras la transporta o la manipula, y tenemos funeral con ataúd envuelto en la ikurriña, danza tradicional y el resto del programa folclórico, o lo pillan las fuerzas de seguridad en cualquier momento. Esto último sería lo mejor para todos: para sus víctimas potenciales, que salvarían el pellejo; para sus parientes, porque sabríamos que donde lo van a encerrar ni correrá peligro, y para él mismo, que así conocerá la que ayuda a los hombres a volverse serenos y reflexivos. | |
Gorka, facciones mustias, apenadas, asintió de nuevo. había tenido el detalle de visitar a su hermana con ocasión de su cumpleaños y porque le habían dicho sus padres por teléfono que estaba embarazada. | |
¿Regalos?: Dos. Un librito para niños en euskera, Piraten itsasontzi uraina, su primera obra publicada | qué bonito, verdad, muy bonito |
y flores | |
Los dos hermanos se pusieron de acuerdo en no hablar más de Joxe Mari. | Ya basta. ¿0 es que no había otros asuntos importantes en su vida? |
Arantxa salió de la sala en busca de un florero. Casada con Guillermo, vivía en Rentería, en un piso del barrio de Capuchinos. Y la foto de Joxe Mari, que, claro, ahora es un héroe para los chavales del pueblo, estaba demasiado presente en sus respectivos pensamientos como para olvidarse de ella. Así que no lo pudieron evitar; colocadas las flores en una vasija de vidrio, tratados a la ligera algunos temas de circunstancias, volvieron a hablar de su hermano. | |
La temporalidad
Otro tema implicado en la enunciación es el pasado. Se habla de sucesos ocurridos, se cuenta un sucedido. Algo sucedido es por su naturaleza misma pasado. Y la pregunta es si la historia contada del pasado es enunciada o es representada.
Si es contada, el primer caso, nos encontramos en la correlación de la primera con la segunda persona, que es el hablar; y si es representada, en el segundo caso, nos encontramos en la correlación de la primera con la tercera persona, que es la representación objetiva del mundo.
Todo acto de un yo es por definición presente y si alguien en presente cuenta una historia, ha de referirse al pasado, en el presente no hay historias, y como la historia es un suceso en el mundo, ha de emplear la tercera persona. De modo que una historia es pretérito y tercera persona.
El presente
<p class="has-drop-cap has-medium-font-size" style="line-height:1.4" value="<amp-fit-text layout="fixed-height" min-font-size="6" max-font-size="72" height="80">Al reflejo del tiempo en el lenguaje se le llama, como ya he dicho, temporalidad, para distinguirlo del tiempo real, que la lengua no tiene, porque el tiempo pertenece a la vida de las personas. El presente de la conjugación, el presente de indicativo, <em>el caballo salta</em>, no es más que la coincidencia entre el acontecimiento del salto y el acto del hablar que lo enuncia. Se trata de una relación, y consiste en el punto formado por dos sucesos, como dos rectas que se cortan: el del salto y el del enunciador. Este señala el tiempo del salto del caballo en relación con el suyo. Por lo tanto, la temporalidad de la lengua se encuentra en la subjetividad de su ejercicio. En el acto deíctico de señalar.Al reflejo del tiempo en el lenguaje se le llama, como ya he dicho, temporalidad, para distinguirlo del tiempo real, que la lengua no tiene, porque el tiempo pertenece a la vida de las personas. El presente de la conjugación, el presente de indicativo, el caballo salta, no es más que la coincidencia entre el acontecimiento del salto y el acto del hablar que lo enuncia. Se trata de una relación, y consiste en el punto formado por dos sucesos, como dos rectas que se cortan: el del salto y el del enunciador. Este señala el tiempo del salto del caballo en relación con el suyo. Por lo tanto, la temporalidad de la lengua se encuentra en la subjetividad de su ejercicio. En el acto deíctico de señalar.El punto de referencia atemporal absoluto lo establece el sujeto que emite un discurso, ese es el presente y no tiene dimensión, es de naturaleza relacional. Aunque el proceso mencionado, el salto, conlleve un tiempo.
De todo ello sacamos dos aspectos que afectan a la narración; uno, que el anclaje de la lengua en el tiempo real pertenece a la enunciación viva de una persona; y dos, que el señalamiento es un punto sin dimensión, aunque la tengan los significados léxicos que se emplean. Como la narración es tiempo estos principios son esenciales, el tiempo es de las personas y la temporalidad es del lenguaje. De la relación o coexistencia física de ambos viene la enunciación.
La referencialidad
El discurso escrito retiene la lengua que lleva el viento cuando se habla. La lengua escrita conserva, al desaparecer los interlocutores, lo que dijeron; ya no hay enunciación, pero tenemos lo que fue enunciado. El punto de referencia temporal ya no existe, porque las personas han desaparecido. Ha desaparecido el yo presente de la enunciación y tiene que ser nombrado o referido o recordado su acto. Decir quién habló es la referencialidad. Por eso Benveniste al tratar la enunciación incluyó el acto de habla en la relación del yo con el tú, el sujeto de la enunciación y planteó el tema de la tercera persona.
De lo dicho se desprende que la estructura del texto narrativo arranca de la posición de las personas en la enunciación. En las correlaciones de las personas gramaticales se encuentra la base de la duplicidad del discurso narrativo, que tiene una forma de comunicación y otra de representación. Benveniste indicó la falta de homogeneidad entre las tres personas del verbo. Y, en efecto, basta considerar dos personas: la primera y la tercera. La correlación de primera con segunda es interna al yo y al hablar; y la correlación de primera con tercera es la externa mención del mundo, la primera persona no habla con la tercera.
Por esta dualidad de raíz, el texto de la narración es doble. No se puede hablar de un solo hilo en el que se anudan los sucesos. Es un texto compuesto de varios hilos. Y de momento tiene dos visibles ya en la doble correlación de las personas, origen de la dualidad del texto narrativo. Algunos narratólogos hablan del telling y del showing y buena parte de la confusión la ha inducido Genette que sostiene que toda narración es comunicación en la que un hablante comunica un mensaje a un receptor. (Genette, Gérard . Narrative Discourse Revisited,1988).
Por otra parte, cuando las personas desaparecen, aparece el problema de la referencialidad. ¿De quién fue el texto si se enunció alguna vez? Pero como la narración tiene doble texto, habrá que preguntarse quién habla en la parte hablada y si la parte de representación tiene hablante o no lo tiene. Si lo tiene es necesario referenciarlo, identificar y decir quién es. Cuando la narración es escrita y la enunciación está perdida, en realidad no habla nadie. Pero aparece una voz que habla, aunque no se sabe quién es. Y se le llama narrador. Y las frases o discurso de tercera persona no tienen hablante. La tercera persona no habla con nadie ni nadie le habla a ella. Pero alguien la puede decir. Y se entra en el proceso de atribuir este discurso de tercera persona. ¿Quién habla? Para afrontar este problema se dice de todo: es del narrador, es el autor, es autor primario o secundario, es un representado, tiene varios enunciadores, es el escritor conocido, el que cobra los derechos, o es desconocido o simplemente no hay enunciación de nadie y no habla nadie. El discurso de la correlación primera tiene yo hablante, conocido o no. El de tercera persona puede tenerlo, o no tenerlo, como sus frases son tercera persona no exigen un hablante, no lo reclaman, las frases funcionan bien siendo mera representación.
La primera persona
Los tiempos del verbo se conjugan con las personas, los pronominales yo, tú, él. Las personas ofrecen una clave para explicar la forma del texto narrativo. La voy a desarrollar en estas líneas. Para empezar, hay que decir que la primera persona en la conjugación del verbo es la principal, porque corresponde a quien está hablando. Y si se habla por turnos corresponderá al que le toque el turno, ese ocupará el lugar del yo. Su papel principal como yo es hablar, y esta actividad toma el nombre de enunciación.
La acción de enunciar consiste en decir frases, pero las frases no son la acción misma, son piezas de lengua con un significado. Van juntos el significado y la acción, coexisten, pero son entidades o partes diferentes de un mismo hecho. Enunciar solo lo hace la primera persona y al decir algo siempre se comunica con alguien. Enunciar es también comunicar.
Con la comunicación hace aparición el tú. Enunciar es siempre un acto hacia otro, sin que por el momento nos importe nada quien es tú o el vosotros a quien se dirige el yo. La misma acción de comunicar lo presupone, aunque pueda ser fallida.
La tercera persona
La tercera persona, en cambio, está fuera de la relación de la comunicación con otro. Con la tercera persona no habla el yo. Y el tú tampoco, porque el tú no habla nunca y cuando habla es que se ha convertido en yo. Entre el yo y el tú se invierten los papeles. Y los ocupan alternativamente en el convenio de la comunicación. Por lo que lo que importa siempre es el yo. Pero la tercera persona está fuera del convenio.
La frase o las frases o el discurso en tercera persona representan el mundo, lo que permite a los interlocutores, hablar del mundo representado en ellas. El enunciador o los hablantes las emplean como contenido de su comunicación, el tren circula, que es referencia a algo externo y distinto de la relación del yo con el tú. De los sucesos del mundo se habla.
La tercera persona ni habla y ni le habla nadie, pero hablan de ella, habla el yo, que es el único que habla. Veamos la ejemplificación.
En la cantera de Patria, Fernando Aramburu
Capítulo 51, (parte escogida)
Ella caminaba un paso por detrás de él.
–-No te vuelvas. Sigue, sigue.
Y él no se volvió y siguió. Al doblar la esquina, también en voz baja, ella le rogó/mandó que la esperase en la iglesia. Se separaron.
Gorka tomo asiento en un banco de la última fila. La iglesia, vacía. No había otra iluminación que la de los vitrales allá arriba en el muro. Si aparece el cura, ¿qué le digo? ¿Qué me ha dado un ataque de devoción? Josune le hizo esperar más de veinte minutos. Él, mosca, se barruntaba que había ocurrido algo grave. Ojeaba los libros ya leídos que pensaba devolver en la biblioteca. Miraba el reloj, miraba el retablo, las estatuas, las columnas; volvía a mirar los libros. Por fin notó, por un leve chirrido de goznes y por la claridad repentina que entró a su espalda, que la muchacha había abierto la puerta. Por señas, Josune lo urgió a reunirse con ella debajo de las escaleras que suben al coro.
Si entra alguien, aunque sea conocido, nos vamos cada uno para un lado. Te aviso, igual me están siguiendo.
–-Tú mira que no te siga nadie.
Acordaron que primero saldría ella de la Iglesia. Gorka, prométemelo, esperaría otros veinte minutos dentro. Mejor más que menos.
El decidió dirigirse lo primero a la biblioteca. ¿Y eso? Pues porque los libros le iban a estorbar y para no levantar sospechas.
–-Yo ya te he dicho todo lo que te tenía que decir.
Y se marchó corpulenta, con la boca sin labios ¿Qué verá mi hermano en esta chavala? No me lo explico. Se le había contagiado el temor. ¿Temor a qué? Ni idea. Por si acaso permaneció media hora dentro de la iglesia. Intentó leer, pero qué va.
Comentario
Para analizar el texto narrativo se retiran los diálogos. Los diálogos son el hablar representado. No es lenguaje narrativo, sino hablar común. En los personajes tenemos hablantes, sus actos de habla son su presente, el imaginario, no tienen presente real. Su hablar es enunciación representada. En la narración es necesario saber qué personajes hablan. Y se contemplan estos actos como se contemplan en la realidad.
Ella caminaba un paso por detrás.
No te vuelvas, Sigue, sigue.
Leyendo los hechos representados, la primera frase, se sabe quién habla en la segunda, se le ve. Y si no, se atribuye: ella, Josune, caminaba un paso por detrás, o bien, dijo Josune y se explícita al personaje. Se emplea un verbo de decir, tan abundantes. La segunda frase, el diálogo, no tiene lenguaje diferente al del hablar común y enunciativo del yo.
Pero en las narraciones hay otro hablante que no es personaje como en este caso, el narrador. En la siguiente frase se lee:
Gorka tomó asiento en un banco de la última fila. La iglesia, vacía. No había otra iluminación que los vitrales allá arriba en el muro.
Si tenemos en cuenta que las narraciones están de ordinario escritas, en ellas no hay enunciación. Solo queda por escrito lo dicho, sin hablante alguno real. Sin hablante vivo. Entonces estas frases sin hablante son el resto, el lenguaje solo, que queda de la enunciación.
Todo ello es tercera persona: la acción que realiza Gorka y el estado de la iglesia vacía y oscura. Que es como la primera de las frases anteriores. Una objetividad que es representación de sucesos del mundo. En realidad, nadie dice esas frases. Pero si pensamos que toda frase la tiene forzosamente que decir alguien, estas las habría emitido un hablante que no conocemos. Las mismas frases no nos dicen nada, precisamente porque son tercera persona y no contienen ningún rasgo de subjetividad o de persona que hable. Es necesario atribuirlas y en vista de esta necesidad se las adjudicamos a un narrador, que no es persona real ni sabemos quién puede ser. Aunque la novela la escribe Fernando Aramburu, eso sí lo sabemos, pero no nos podemos imaginar a esta persona enunciándolas, aunque le imaginemos escribiendo la novela. El caso lo dejo así de momento, con la idea de que escribir no es enunciar o solo en contados casos.
Él decidió dirigirse lo primero de todo a la biblioteca. ¿Y eso? Pues porque los libros le iban a estorbar y para no levantar sospechas. Puede que, al haberlo visto con Josune, ahora también lo vigilasen a él.
Él decidió dirigirse lo primero de todo a la biblioteca.
Es tercera persona y representación de una acción: la decisión de Gorka.
¿Y eso? Pues porque los libros le iban a estorbar y para no levantar sospechas. Puede que, al haberlo visto con Josune, ahora también le vigilasen a él.
La pregunta y la explicación no son representación objetiva, sino intervención de quien habla. Y es la misma persona, porque evidentemente no pueden ser dos distintas. Pregunta el narrador sobre lo representado y se contesta. Y esto nos hace ver que el narrador está frente a la representación, al menos, le extraña y se hace una pregunta retórica, puesto que él mismo la contesta. Nos está diciendo que la representación no es suya.
Esta postura frente a lo representado del narrador, aunque sea un juego de estilo frecuente en esta novela, nos hace ver que hay dos planos en el texto- La representación de los hechos, que están ahí, podríamos decir se ven y no se tocan, no se discuten, pero este escritor juega. Es como si se preguntara por qué la realidad es así. Pero las frases no son de nadie, la realidad es esa. La representación no es la opinión de alguien al que se le puede discutir. Estas frases no reclaman ningún hablante, no son el hablar subjetivo de alguien, no cabe preguntar ¿por qué dices eso? Estos son los dos discursos que se distinguen en la narración. Uno se entronca con la tercera persona, representación objetiva y otro con la voz de una persona que habla.
En el comienzo se lee:
Como en las películas. En serio.
Esta frase está escrita, no es enunciada, pero evidentemente es hablar por su forma coloquial. Y, además, habla de la representación que va a seguir, que compara a una película de acción. No lo puede decir un personaje y como es de un hablante, que no podemos conocer, le llamamos narrador y basta.
Gorka salió de su casa a media mañana para dirigirse a la biblioteca. Un sábado.
Frase es de tercera persona y de representación.
Con lo tranquilo que estaba.
Es hablar de alguien que se lamenta. No está atribuida, pero puede ser el pensamiento de Gorka o lo dice el narrador refiriéndose a él.
Cielo azul, pocas nubes, buena temperatura. La vio, grande, gruesa, en la acera de enfrente: Josune, que, en lugar de corresponder a su saludo, iepa, se llevó un dedo a los labios en petición de silencio. Labios que o son muy delgados o le quedan en el interior de la boca.
Ella caminaba un paso por detrás de él.
Son acciones o eventos representados.
– No te vuelvas y sigue.
Habla el personaje Josune.
Y él no se volvió y siguió. Al doblar la esquina, también en voz baja, ella le rogó/mandó que la esperase en la Iglesia. Se separaron.
Gorka tomo asiento en un banco de la última fila. La iglesia, vacía. No había otra iluminación que la de los vitrales allá arriba en el muro.
Todas son frases de representación. Este escritor tiene la costumbre de actuar sobre la representación y la modifica, rogó/mandó, como en este caso, lo cual nos demuestra que no habla él en ella.
Si aparece el cura, ¿qué le digo? ¿Qué me ha dado un ataque de devoción?
Lo piensa para si el personaje. Es un decir que entrecorta el párrafo objetivo de los hechos. Es lenguaje directo.
Josune le hizo esperar más de veinte minutos.
Es representación
Él, mosca, se barruntaba que había ocurrido algo grave. Ojeaba los libros ya leídos que pensaba devolver en la biblioteca. Miraba el reloj, miraba el retablo, las estatuas, las columnas; volvía a mirar los libros. Por fin notó, por un leve chirrido de goznes y por la claridad repentina que entró a su espalda, que la muchacha había abierto la puerta. Por señas, Josune lo urgió a reunirse con ella debajo de las escaleras que suben al coro.
Todo es tercera persona y representación de hechos.
Acordaron que primero saldría ella de la Iglesia. (a) Gorka, prométemelo (b), esperaría otros veinte minutos dentro. (c) Mejor más que menos. (d)
a) es representación seguido de lenguaje indirecto, b) lenguaje directo de Josune, sin guion, c) el narrador calcula el tiempo, la representación sería *esperó veinte minutos más, d) hablar de Josune. Pertenece al estilo de mezclar los planos, entrecortar, decir a medias y obtener un efecto de lenguaje hablado.
El decidió dirigirse lo primero a la biblioteca. ¿Y eso? Pues porque los libros le iban a estorbar y para no levantar sospechas.
Después del hecho representado, el narrador, como acostumbra, se pregunta por qué hace eso y él mismo la contesta.
Y se marchó corpulenta, con la boca sin labios ¿Qué verá mi hermano en esta chavala? No me lo explico. Se le había contagiado el temor. ¿Temor a qué, a quién? Ni idea. Por si acaso permaneció media hora dentro de la iglesia. Intentó leer, pero qué va.
Hecho representado. Pensamiento en lenguaje directo de Gorka, pregunta y contestación. Representación: Se le había contagiado el temor. Pregunta del narrador y contestación: ¿Temor a qué, a quién? Ni idea. Tiene la forma de la precedente y sigue la representación con un final de lenguaje coloquial que da la impresión ya dicha.
La representación
La representación se compone de frases que contienen un proceso o evento del mundo. Es como una moneda o un objeto. Nadie habla en la frase, no se siente necesidad de que la formule alguna persona. La frase de la representación no es comunicación de una persona que esté detrás de ella hablando. La frase se basta a sí misma, como las estampas, las fotos, los cuadros, y no digamos nada los billetes de dólares. Ahora bien, como nuestro tema es la narración, la pregunta será, sobre la representación: ¿De dónde viene? Pues evidentemente de la necesidad de presentar otra vez los sucesos que desaparecieron con el tiempo. Sin remontarme a los primeros orígenes del mundo, viene de contestar a la pregunta: ¿cómo se cayó ayer la farola de la plaza? Se puede suponer que lo más elemental es contar sucesos como este.
La representación de lo pasado es el funcionamiento normal de la lengua. Es la manera de hacer presente lo que ya no existe. La temporalidad de la lengua dispone de tiempos para referirse al pasado. Las narraciones orales de la conversación utilizan estos tiempos. Supongamos que el suceso del ejemplo anterior, la entrevista de Josune con Gorka en la iglesia, es objeto de una conversación y Arantxa, su hermana, no el personaje, sino la persona viva, te lo cuenta. Ella empieza y toma un punto del pasado, Gorka salió de casa, y va añadiendo lo que vino después vio a Josune, la saludó, se llevó un dedo a los labios, silencio, siguió ella por delante y le llevó a la iglesia. Hay que representar uno tras otro los sucesos y recomponer lo que pasó.
Arantxa hace dos cosas: recompone los hechos tal como fueron, con la representación objetiva de ellos, en tercera persona; y dice (en lenguaje indirecto) lo que acordaron y calcula lo que tuvo que esperar Gorka en la iglesia: primero saldría ella de la Iglesia y Gorka esperaría otros veinte minutos dentro. Esta conversación supone enunciación en presente real, hablan del pasado, emplean tiempos pretéritos y con ellos hace Arantxa una representación oral. Arantxa, según nuestro supuesto, es narradora y todo lo dice ella.
¿Y cómo es esto en la novela? Nadie enuncia nada, porque nadie habla en tiempo vivo. Un narrador habla, pero con falso hablar, en realidad es nadie cuando aparecen sus frases de hablar. El tiempo real de la enunciación no funciona, los tiempos pretéritos, los de la representación o los del narrador, no pueden indicar tiempo, ni presente ni pasado, sin enunciación.
El supuesto primero sería el contenido y la forma de una conversación real y hablada. Arantxa presente mientras tomáis un café. Es la enunciación originaria de la comunicación con la lengua. Pero no es así en la novela. Todo está escrito, no hay enunciación de ningún narrador, no se puede señalar un tiempo de alguien real, no hay comunicación ninguna, y aunque se empleen, como en la conversación real los tiempos, como no hay tiempo de nadie, tampoco hay pasado. Pero hay frases de hablar, aunque sea falso, y hay frases de representar, aunque nadie las diga.
Tenemos los dos discursos: un hablar de alguien, un yo; y un discurso en tercera persona en tiempos pretéritos que es la representación de sucesos y nadie los dice, están ahí.
En la narración oral estamos en el ámbito de la enunciación de un yo real que ha confeccionado en tercera persona la representación de un suceso pasado.
En la novela estamos fuera de la enunciación, pero tenemos lo mismo, un narrador desconocido habla y una representación en tiempos pasados que nadie dice y no son pasados.
Estos hechos, descritos brevemente, nos están diciendo que la forma originaria de la lengua es la enunciación comunicativa y posteriormente es la representación no comunicativa. El hablar y el representar. Las dos correlaciones de las personas gramaticales del verbo.
La comunicación
Con la tercera persona se forma un discurso objetivo, el zorro entró de noche en el gallinero, lo dice Raimundo que cuenta el suceso en el bar, con los pormenores de otras acciones y otras frases: ¡qué animal tan astuto! ¡quién diría! No hace falta decir luego a los presentes quien lo contó. A los no presentes sí. La frase objetiva se inserta en el hablar de Raimundo y la subjetiva también. Raimundo comunica todo el suceso a quien le escucha. Sus impresiones personales y los hechos objetivos.
Pero cuando es un escrito y por el escrito en sí, nunca se puede saber si existió el zorro y Raimundo. Lo que tenemos son dos frases “el zorro entró de noche en el gallinero. ¡Qué animal tan astuto! Las dos sin atribuir. La primera es representación la otra es hablar de alguien.
Como la persona que habla, a la que se llama narrador, no tiene existencia, es casi como el zorro al que tomamos por tercera persona y no es persona, la comunicación es falsa.
Y si se trata de la primera frase objetiva: el zorro entró de noche en el gallinero, que apareciera en el periódico, diríamos el periódico dice. Pero el periódico no dice nada, es un escrito y el acto enunciador ya ha desaparecido. Solo cuando se atribuye a un hablante deja de ser representación objetiva y pasa a ser enunciación.
En el escrito retiene lo dicho cuando la instancia enunciadora se deshace. Lo que queda es un resto de ella, si es que sucedió, y se ha recompone atribuyendo las frases dichas a un hablante
En este punto quiero poner en relación con lo dicho, la noción universalmente aceptada de que toda narración es comunicar un suceso de uno a otro. Eso es narrar. En el bar de Raimundo es lo que pasa. Pero puesto que las historias hoy se escriben y se leen, el acto enunciativo ya está desecho. El enunciador ha desaparecido. Solamente tenemos en todo caso el resto de una enunciación naufragada.
La frase en tercera persona
Volvamos de nuevo a las tres personas gramaticales, yo, tú, él. En el contar una historia el yo presente es quién lo cuenta. Si es un escrito ¿Quién está contando? No se sabe y figura un narrador irreal, al que se le adjudican las frases de la primera correlación. Las frases en tercera persona no las dice nadie. Cuando el texto sustituye al habla, ya no existe propiamente hablante alguno, dice Ricoeur. (Paul Ricoeur, Historia y narratividad, Barcelona 1999, p. 64.)
La frase en tercera persona la puede decir cualquiera, pero si no está atribuida, no hace falta inventarse un hablante. Esto es lo que plantea la frase de tercera persona. Y sigue diciendo Ricoeur que al faltar el acto emisor, la persona del acto enunciador y lengua dicha, se sustituyen por la relación autor-texto, un sujeto para la lengua conservada. Se cambia narrador por autor, porque parece imposible pensar que no habla nadie.
Este problema de atribución, desde que los narratólogos, empezando por los clásicos, Genette, Todorov, Batjim, Greimas, etc., sostuvieron que todo es comunicación, han originado sustitutos, complicando y enredando hasta lo inverosímil el problema de la atribución y de los dos componentes del texto narrativo.
Como esta dualidad originaria y estructural es insoslayable, al encontrarla en el que para ellos es un texto único e indistinto, la explican como formas de estilo y tipos de narradores. La interpretación de los ejemplos citados sería para ellos solamente estilo. El estilo no es estructura del texto.
La narración tiene por su estructura un texto doble
Se puede ya sacar como conclusión de esto último, que es erróneo pensar o dar por supuesto que el texto de la narración consiste en un discurso único. Es un pensamiento simplemente asumido. Desde las personas gramaticales, explicadas por Benveniste, se llega a la noción más exacta de que el texto es dual, compuesto de dos frases diferentes: una corresponde al hablar subjetivo de la primera persona en comunicación falsa con quien sea, y otra el discurso de la objetividad y la representación del mundo, el de tercera persona. Con la tercera persona desaparece la comunicación. No toda forma de actualizar la lengua es enunciación.
En el discurso de la narración intervienen las dos instancias verbales. El discurso producido por el yo enunciativo que comunica. Y el discurso que no pertenece a la comunicación y no es subjetivo, siempre tercera persona, es representación del mundo. Este discurso no es hablar, puede estar ahí, como representación hecha sin hablar. Son dos discursos diferentes y su diferencia radica en que se adscriben a las correlaciones de las personas: la correlación de subjetividad (yo-tú) y la correlación de personalidad (él). Y con las dos se forma el único discurso narrativo, por lo que este discurso es dual y compuesto de dos desde su nacimiento.
La atribución
La atribución de una frase se realiza por la visible coexistencia en la persona del acto y su frase. El jardín tiene flores, y vemos y oímos a Lola. La conducta se percibe por la presencia misma, ella lo dice, es suyo. Otra frase: el jardín ya tiene flores, esta noche ha caído el rocío, dijo Lola. La indicación de Lola hace falta si ella no está presente. Pero si leemos en una novela: el jardín tenía flores, aquella noche había caído rocío. Está en tiempos pretéritos ¿En el pasado de quién? ¿Y quién las dice?
El acto ya no existe, la enunciación no se percibe, no está presente Lola, no se atribuye a nadie. En realidad, no hay enunciación, queda lo directamente representado. Y si no es de nadie, es simplemente representación.
La composición
Pongamos que una persona hace un juego de frases, consistente en hacer cuantas se puedan con unas cuantas palabras que se entregan. Pon y quita, altera, cambia, trata las palabras como objetos, y las combinas en frases con sentido. El jugador no enuncia nada ni comunica nada a nadie. Y salen frases, por ejemplo, esta: el jardín no tenía flores, sobre el yermo cayó el rocío. ¿Es posible esta manipulación? Por descontado que sí. Pues entonces, si este supuesto puede acontecer como real, también es posible componer la descripción del jardín de este modo desde el principio. Componer las fases que gusten para el jardín. Una composición significa poner juntas piezas de lenguaje, como quien construye un objeto con ellas. Como quien hace un castillo con piezas de construcción. O un soneto. Si las frases fueran musicales, sería componer una tonada ¿Es esto es enunciación? No, ni lo parece. Es otra cosa. Un escritor puede componer sin enunciar, sin hablar con nadie, sin comunicar nada, no las sitúa en el tiempo humano suyo, sino en un retablo. Y en resumen no son de nadie, pero las ha compuesto alguien, como la silla es del carpintero. Se ha confeccionada un objeto, la representación de un jardín.
El texto de la narración es dual
De acuerdo con esto en la noción consabida de que toda narración es un comunicar de uno a otro el suceso que se narra, se asume que no hay representación y todo es hablar. Y precisamente lo fundamental es la representación y no el hablar. Del hablar se puede prescindir del representar, no. Son dos textos y desiguales.
Y otras consecuencias que no desarrollo, entroncadas con la enunciación y con la representación, es decir, con la primera persona y la tercera, son las siguientes: la representación es atemporal, el narrador es solamente uno y no puede haber dos, la representación no distingue entre lo verdadero real y lo imaginario, no hay estructuralmente una lengua literaria frente a la lengua común, ni una lengua de ficción y otra de historia real, la lengua puede estar actualizada, pero no en el tiempo y algunas más.
La enunciación y la representación
El acto de enunciar es una ejecución, una forma de conducta física y-fisiológica que consiste en emitir sonidos con significado y comunicarse. Es un acto del yo, nativo y primordial. Todo ser humano es primera persona. Cuando está vivo su acto existencial es simultáneo con su hablar. Así la lengua de cada uno en el tiempo de todos u uno, y se configura la sociedad humana. La enunciación es un momento germinal. Es un manantial que brota en cada uno de los hablantes, delicado e impetuoso, desde el fondo de la tierra y de la vida. Tiene el poder generativo de la vida. Llena el mundo de relaciones, de sentido y origina el vivir propiamente humano. La enunciación tiene el poder de la semilla. Ante la lengua, la particular lengua que hablamos, estamos como ante el misterio de la vida, para vivirla con respeto y admiración, no con dominio, por no ser nuestra, sino como don de Dios.
El acto de representar es también una ejecución, una conducta, que consiste en componer un discurso con frases sin hablar. Es el acto de un hacedor de objetos hechos con palabras. Esta actividad secunda la enunciación, y como ella configura nuestra vida. La retención de la permanencia de la vida que pasa. La representación llena la sociedad de objetos, que tienen la consistencia del recuerdo y la memoria. La representación conserva la vida y la crea para su contemplación. La representación es el segundo momento germinal. El segundo manantial de la lengua. La vida se desparrama y se pierde. Lala grabación escrita o sonora la conserva su materialidad, pero la representación narrativa conserva la vida.
La enunciación es lo originario en el hablar y la representación es lo originario del representar. El momento germinal de la narración. El verbo tiene dos personas gramaticales yo y él. El yo es el fundamento del hablar y él es fundamento del representar. Estamos, pues, ante dos modos nativos y elementales de producir la lengua concreta: hablar y narrar. Enunciar y representar.

José Antonio Valenzuela
Noviembre 2020
Apéndice
Sin esperar a darle el beso de bienvenida, se lo preguntó. Que si había visto el telediario. Gorka, contrariado, lánguido, asintió. Y dijo que habia sentido vergüenza, mucha vergüenza.
–No me extraña. ¿A quién le gusta tener un asesino en su familia?
Se le encendió a Gorka un destello de súplica en los ojos, como diciendo: tus palabras son muy fuertes, por favor no hables así. Los crímenes imputados al comando ponían los pelos de punta.
Arantxa le dio una palmada de aprobación en las largas y cargadas espaldas por no haber seguido el mismo camino que nuestro hermano. Y añadió, remedando la voz de la locutora: el peligroso terrorista. Eran tres los militantes buscados. Sus fotos en la pantalla. La de Joxe Mari, melena, pendiente en la oreja, juventud, había aparecido en el centro. Por cierto, se ha hecho famoso. A Arantxa la habían llamado por teléfono del pueblo. ¿Quién? Una amiga de los viejos tiempos. Para darle la enhorabuena.
Su predicción agorera sobre el futuro de Joxe Mari ahora que está en búsqueda y captura: o le explota una bomba mientras la transporta o la manipula, y tenemos funeral con ataúd envuelto en la ikurriña, danza tradicional y el resto del programa folclórico, o lo pillan las fuerzas de seguridad en cualquier momento. Esto último sería lo mejor para todos: para sus víctimas potenciales, que salvarían el pellejo; para sus parientes, porqué sabríamos donde lo van a encerrar ni correrá peligro, y para el mismo, que así conocerá la soledad que ayuda a los hombres a volverse serenos y reflexivos.
Gorka, facciones mustias, apenadas, asintió de nuevo. Había tenido el detalle de visitar a su hermana con ocasión de su cumpleaños y porque le habían dicho sus padres por teléfono que estaba embarazada. ¿Regalos?: Dos. Un librito para niños en euskera, Piraten itsasontzi uraina, su primera obra publicada, qué bonito, de verdad, muy bonito, y flores.
Los dos hermanos se pusieron de acuerdo en no hablar más de Joxe Mari. Ya basta. ¿0 es que no había otros asuntos importantes en su vida? Arantxa salió de la sala en busca de un florero. Casada con Guillermo, vivía en Rentería, en un piso del barrio de Capuchinos. Y la foto de Joxe Mari, que, claro, ahora es un héroe para los chavales del pueblo, estaba demasiado presente en sus respectivos pensamientos como para olvidarse de ella. Así que no lo pudieron evitar; colocadas las flores en una vasija de vidrio, tratados a la ligera algunos temas de circunstancias, volvieron a hablar de su hermano.