María de Jorge Isaacs. El narrador
Artículo corregido en 2020, rehecho en abril 2019, de otro artículo anterior de 2017.
Si se lee la dedicatoria de la novela de Jorge Isaacs, María, y se toma todo lo que dice como real, se tendrá por cierto que el escritor, J. Isaacs, entrega a sus hermanos un libro de recuerdos, que Efraín puso en sus manos antes de fallecer, diciéndoles: Caros amigos..etc. El libro de Efraím, las memorias, comienzan diciendo: Era yo un niño aun cuando me alejaron de la casa paterna.
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Tiene el lector dos comunicaciones: la del escritor dirigida a los hermanos de Efraín que empieza como he indicado, Caros amigos; y la comunicación que hace Efraín con sus memorias: Era yo un niño. Si las tomamos como reales, como palabras que dice el escritor, por escrito, en la dedicación, y las que antes dijo Efraín, por escrito también, cuando compuso la memoria su vida antes de morir; los lectores y nosotros nos situamos en el ámbito de su comunicación, que es también nuestro tiempo real y nuestra vida. Efraím escribió su vida, ya ha muerto. Y el escritor, Isaacs, y los hermanos de Efraím éstán vivos en el tiempo de la vida humana, que es uno para todos. Viven en nuestra vida real.
Pero el estilo del escrito de Efraín, su modo de escribir, no cuadra con el que se emplea en un comunicado hablado o por escrito. Tomo una muestra del capítulo 28 cuando Carlos, un intruso pretendiente de María, está a punto de oír su negativa:
La voz de Carlos tomaba un tono confidencial: hasta entonces había estado sin duda cobrando ánimo y empezaba a dar un rodeo para tomar buen viento. María intentó detenerse otra vez: en sus miradas a mi madre y a mí había casi una súplica; y no me quedó otro recurso que procurar no encontrarlas. Vio en mi semblante algo que le mostró el tormento a que estaba yo sujeto, pues en su rostro ya pálido noté un ceño de resolución extraño en ella. Por el continente de Carlos me persuadí de que era llegado el momento en que deseaba yo escuchar. Ella empezaba a responderle, y como su voz, aunque trémula, era más clara de lo que él parecía desear, llegaron a mis oídos estas frases interrumpidas: -Habría sido mejor que usted…
Se percibe que no es el hablar real de Efraín. Se tiene la fuerte impresión de que estamos fuera del ámbito de la comunicación actual con Efraín. Está escrito en primera persona, son sus memorias. Y es la representación de un suceso en el que Efraín está presente y él lo cuenta y está en un trance de sus sentimientos por María, pero ese no es Efraín, es un personaje. Imagina por un momento que Efraím te ha escrito una carta diciendo eso y te resultrá inguantable.
Ahora, en este artículo, demostraré con razones que, efectivamente, esta percepción es exacta. En las representaciones autobiográficas el que narra es el personaje representado. El estilo del escrito delata que no es un hablar real de Efraín contando su pasado.
Propongo a los que enseñan a escribir narraciones, que pidan a sus aprendices reescribir este pasaje , como si lo contaran ellos mismos en una conversación real. Y luego que lean lo que escriben los demás, si es un grupo, siempre ayuda a todos ver lo que otros en la misma situación escriben.
En la representación autobiográfica el hablante es personaje. Para escribir una autobiografía hay que salir de la comunicación verdadera y hacer una representación, convertirse en personje. No puede ser la persona real la que habla.
La suposición de que sea real esta comunicación no se sostiene y el estilo lo dice, es el juego convencional, falso, que muchas narraciones plantean como se observa en María. Aquí basta hacer la comprobación del estilo. Cuando un lector de María lee el cuarto párrafo del capítulo primero, enseguida percibe que nadie habla así de su marcha, niño aún, del hogar paterno:
A la mañana siguiente mi padre desató de mi cabeza, humedecida por tantas lágrimas, los brazos de mi madre. Mis hermanas al decirme sus adioses las enjugaron con besos. María esperó humildemente su turno, balbuciendo su despedida, juntó su mejilla sonrosada a la mía, helada por la primera sensación de dolor.
Ahora bien, si desde el primer momento nos situáramos en la lectura de María como novela, el distanciamiento entre el lector, nosotros lectores, y la representación es evidente; porque el tiempo de la ficción de la novela no se puede encontrar con el tiempo de una enunciación real hacia nosotros. Efraín es personaje ficticio, y sus memorias remiten a un tiempo, era yo niño aún, que solo existe en la ficción. Pero el escritor no nos lo dice, por el contrario, lo que quiere es presentar la historia como real. En este empeño trata de ocultar la inexistencia de una situación de comunicación real, y presenta una como verdadera, pero es un engaño y tiene el atrevimiento de dedicar la obra a los hermanos de Efraín, que son tan inexistentes como él y como la historia que cuenta de sí mismo.
La distancia que hay entre la autobiografía y el escrito en tercera persona es my corta. Y puesto que la autobigrafía no es un documento notarial, todo queda en el ámbito del lenguaje y del modo de representación. La comunicación real no está involucrada, la representación ya no contiene comunicación real ni hablar ninguno. Para ejemplificar este aserto propongo transcribir un texto de primera persona en tecera. Por ejemplo, este:
Volví al salón. Mientras mi hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo. María me refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con mi padre. Nunca se había mostrado tan expansiva conmigo: recordando ese diálogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios.
María, capítulo 28
Y en tercera persona:
*Volvió al salón. Mientras su hermana ensayaba en la guitarra un valse nuevo. María le refirió la conversación que al regreso del paseo había tenido con su padre. Nunca se había mostrado tan expansiva con él: recordando ese diálogo, el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios.
La representación en primera persona puede cambiarse por tercera persona. Se alteran matices sutiles. Pero la gramática y estructura del texto es correcta y el argumento no cambia.
Al hacer esta transposición, Efraín se convierte en tercera persona, personaje, que no habla, salvo en estilo directo, en diálogo con otros personajes, que no lo introduciría él, diría le respondió en lugar de le respondí. Se ve que en realidad es un personaje como los demás representados. Su hablar no es el hablar de un narrador normal, persona viva que cuenta lo que le pasó, habla un personaje representado.
Las dos últimas frases: el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios no cambian en la transcripción. Son frases en tercera persona. Estas frases ¿Quién las dice? En el primer párrafo autobiográfico, el personaje Efraím, en el segundo nadie, pertenecen a la representación. Todo queda dentro del lenguaje: o no habla nadie o habla un personaje.
Según la narratología usual las frases las dice el narrador, un narrador, y según mi opinion el narrador no dice eso, la representación no es suya. El narrador tiene sus intervenciones y están fuera de la representación.
En el primer párrafo las frases se atribuyen a Efraín, porque el personaje está hablando y hace autoreferencias de primera persona muchas veces: volví al salón, María me refirió. Las dos frases en tercera persona, que no tienen auto-referencia, no cambian en la trascripción. Estas frases se las atribuimos Efraím en el primer párrafo, pero en el segundo no, porque ya no habla. Entonces ¿Quien las dice? ¿A quién se ls tribuimoos? A nadie.
José Antonio Valenzuela
