La representación no narrativa: el teatro y la escultura. Esta entrada está ligeramente revisada de otra anterior.
En la escena los personajes hablan, gesticulan y se mueven. Los actores encarnan a los personajes, hacen sus “papeles”. Pero los actores cuando están representando su papel no hablan con el público de la sala. No lo hacen porque su papel – el personaje que representan – no se lo permite. No pueden ser ellos mismos, son su personaje. Viven en el mundo del escenario; fuera de él están los espectadores que contemplan y sigue los acontecimientos del mundo representado.
En la escena todo es representado. Si es historia, se representa algo ocurrido en otro tiempo. Si es ficticio, se ha inventado. En ninguno de los dos casos entre actores y espectadores puede haber comunicación ni diálogo ni intercambio de palabras. Se constituyen dos espacios: el ámbito del escenario y el ámbito del auditorio o la sala. Entre ellos se ha desvanecido la relación del mundo real, se han apagado las luces, un hechizo ha sustituido a la realidad. Si un actor viera a un amigo en una butaca de la sala y le saludara, rompería el hechizo y la representación, se descompondría la situación teatral. Y sin un espectador habla con otro, molesta. La audiencia es reunión se solitarios.
La escena es una esfera, la del mundo representado, fingido o no, y los espectadores en la sala se han metido en otra esfera. Tenemos dos esferas sin intersección alguna, completamente separadas.
Empieza la representación. Se hace el silencio. La sala se oscurece. Los espectadores han salido de la realidad común en la que estaban. Son una muchedumbre, se mantinene incomunicados. No puede entablar una conversación entre ellos, ni con los actores. Tampoco pueden hablar los actores entre sí, fuera de su representación. Han dejado de ser sus propias personas, solo son personajes del mundo representado.
Comparten un ámbito común los del escenario y los de la sala, ambos han salido de la realidad. Su ámbito no es el de la calle. La calle es el ámbito de la vida real, donde las gentes se saludan, se reúnen y comen y hablan. Son dos espacios que no se pueden mezclar. ¡No se permite interrumpir! Nadie mira el reloj. Se ha suspendido la realidad, el mundo ordinario ha desaparecido.
Esto mismo es lo que se encuentra en el texto de la narración y lo llamamos con su mismo nombre: representación. Y ocurre como en el teatro, que el argumento puede ser teatro histórico o puede ser ficción. En el primer caso, el suceso representado tendrá alguna conexión con lo real. Pero la representación como fenómeno teatral se encuentra fuera de lo real. Más aún, mientras se presencia, el mundo real está cancelado. Las representaciones tienen su tiempo interno, pero ambas son atemporales respecto al tiempo externo.
Hay una diferencia entre el espectáculo y la narración. Esta se encuentra un texto y en él hay una línea de comunicación hacia el lector, aunque sea deficiente. En el teatro no, raras veces se necesitan apartes y voces en off. Y el caso de la pintura o escultura la representación no puede estar acompañada de lenguaje, porque no es lenguaje su materia, están montadas sobre material visual, gráfico, y no tienen la virtualidad que otorgan las palabras. Pero todas las formas teatro y cine, literatura y escultura y las artes gráficas tienen en el común la representación.
Las apreciaciones hechas son de sentido común, pueden ser más o menos convincentes, pero la argumentación más de fondo y mas razonada es la que se apoya en los elementos lingüísticos, la que he desarrollado en relación con el uso de los tiempos.
El caso de la pintura o escultura es otra cosa, es un objeto confeccionado con material, con volumen y color, que se expone y se contempla. Las piezas se exhiben en lugares como los museos o las plazas. Se muestran a la contemplación del viandante o del visitante.
Pongamos el museo de una escultora, la madre de Paul Claudel, Camille Claudel, en Nogent- sur-Seine. En una reseña de este museo el cronista dice que ver su obra supone «dialogar con sus esculturas», «apreciar el alcance individual de una voz plástica». Propone la contemplación de lo visual en términos de comunicación lingüística. Y visualmente se comunica algo: «la vibración del movimiento» y «el reflejo de Rodín», que fue su maestro; pero lo visual no son términos lingüísticos. De modo contrapuesto y parecido podríamos decir de una narración: hace ver el mundo, el espacio, el colorido. Se puede hablar metafóricamente de la visualidad que otorgan las palabras. Podemos cambiar los términos, porque ambas cosas la escultura y la narración tienen en común la representación mostrativa de lo singular.