En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
— La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
— ¿Qué gigantes? — dijo Sancho Panza.
— Aquellos que allí ves — respondió su amo — de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
Cervantes nunca deja de poner un verbo de lengua para atribuir cada frase a quién la dice, aunque sea innecesario. En el comienzo del capítulo octavo, al que corresponde el pasaje anterior, aparecen tres verbos de lengua. El primero inicia el diálogo, don Quijote dijo a su escudero. Este hecho de hablar pertenece a una serie, los hechos anteriores: descubrir los molinos, verlos, decir. El tercer hecho es el hecho de hablar o decir. Se trata de una acción narrativa como la de ver los molinos.
De los molinos añade el aspecto de sus aspas según se vean, pero con la acción de decir, el verbo de lengua, permite añadir el decir mismo. La lengua no se representa con palabras descriptivas solamente, sino con la lengua misma. Se reproduce (en lenguaje directo), o se reporta (dicho por otro, indirecto). Con los verbos de lengua, y con los de pensamiento interior verbalizable, se puede incorporar la misma acción, con la representación icónica. Se duplica la representación: primero con su acto, decir, comentar o exclamar y a continuación se representada en su ser: lo dicho.
Este es un fenómeno de redundancia, de atribución cuando ya está clara. La atribución significa saber quien es el autor de las palabras. Si en estas líneas se suprimieran los verbos de lengua. Se suprimiría la atribución. Con la comparación siguiente en columnas paralelas puede el lector calibrar la necesidad de los verbos de lengua cuando.
Son necesarios para evitar la ambigüedad, por ejemplo la pregunta ¿Qué gigantes?, podría hacersela don Quijote, como pregunta retórica, y se contestaría él a si mismo.
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
— La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
— ¿Qué gigantes? — dijo Sancho Panza.
— Aquellos que allí ves — respondió su amo — de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio dijo:
— La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos
comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
— ¿Qué gigantes?
Aquellos que allí ves de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
Caso supuesto de ambigüedad
es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
— ¿Qué gigantes? — dijo Sancho Panza.
— Aquellos que allí ves — respondió su amo — de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? Aquellos que allí ves de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.