La lengua en su estado inocente

La lengua es un libro con dos hojas. Nada más. Se abre y en la primera hoja a la izquierda, nos topamos con su principio y nacimiento, que es la comunicación de asuntos  la vida entre los que  hablan. Tiene lugar en el presente de aquellos seres humanos en donde nace. Surge en el tiempo del que se comunica como brotan las setas desde los micelios escondidos en la tierra humedad. Bajo la tierra la lengua una y común y sobre ella es individual.

 En la segunda hoja encontramos la comunicación que trata de la vida pasada. El pasado de aquellos seres humanos en donde nació la lengua y siguen activándola en presente, pero hablan del pasado. En la página derecha se habla de la vida también, pero de la que ya no presente de los hablantes, se habla de los hechos que pasaron, sucesos que se traen al presente. Pero como nada vuelve al presente, la memoria  con la lengua la re-presenta.

Estas son las dos únicas hojas del libro de la lengua. Hablar primero y narrar después, porque narrar es representar lo ausente. Esta es una manera de ver la relación de la lengua con el tiempo, que es el tiempo de una persona, hombre o mujer, en donde se activa y nace. Nace en una comunidad y se activa en cada individuo.

Con estas observaciones inocentes se entiende que la lengua tenga solo dos páginas, en una se habla de la vida presente y en la otra de la ausente. Las dos páginas son dos discursos, es decir, frases ilimitadas que los hablantes dedican a la vida presente y a los sucesos pasados. Con los posibles acontecimiento futuros no pasa esto con el futuro, del hablar futuro no se deriva u discurso. El futuro no es ausente, sino posibilidad, espera, supuesto imaginario, como nunca fue, no es ausente. En el libro de la lengua no hay tercera hoja.

Con la lengua se representa la realidad. En la relación de la lengua con el mundo, que es la representación, nada tiene que ver el tiempo. El tiempo tiene que ver con el ser humano. Ni la lengua es tiempo ni las cosas son tiempo. El ser humano es tiempo y la lengua tiene relación con el tiempo por haber nacido en el hombre. Si una frase dice que el plato de cerámica de Manises tiene azules inimitables, la frase, es decir, la lengua, tiene relación con el tiempo en la medida en que la representación la hace una persona y tiene el tiempo de la persona.

Cualquier frase emitida por un ser humano nace en él y por esta acción es temporal.  El hombre es tiempo y solo a través de él la lengua tiene relación con el tiempo. La lengua nativa oral desarrolla los tiempos presentes y los tiempos pasados. Cuando emplea los tiempos pasados tiene que representar sucesos de lo que ya no es. Y al representar el movimiento de la vida que fue, narra. La segunda hoja del libro esta unida a la primera. Las une el ser humano por sus dos actividades nativas hablar del presente o hablar del pasado.

La lengua tiene formas para indicar el presente y el pasado, porque antes  el hombre distingue entre su presente y su pasado. Y el lenguaje tiene la posibilidad  de colocarlas señalando estos tiempos. El tiempo del hombre provoca la formación en la lengua de tiempos presentes y tiempos pasados para situar sus acciones en  una esfera o a otra.  

Las representaciones que hace están alojadas en su tiempo por ser el quien  lo señala. Si habla sitúa la representación en su presente, si narra sitúa la representación en su pasado.  Es necesaria la emisión de su voz, la enunciación, acto del ser que tiene y es tiempo, para situar una acción en el tiempo. Solamente una enunciación es la que la que establece el tiempo en la lengua.

El siguiente punto que he de tratar es el de los pronombres personales según la noción que sobre ellos nos dio Benveniste. Si el hablar es comunicación las personas son en la comunicación el yo enunciador y el tú receptor. Estos dos polos se dan en el hablar y el yo sitúa las enunciados en su presente si habla en presentes o en su pasado si habla en pasados. Pero si emplea la tercera persona nos encontramos en una representación sin referencia lingüística al tiempo, porque la tercera persona es la no persona, y por lo tanto, para que esta frase se sitúe en el tiempo se ha de atribuir a una persona. El Nilo desemboca en un delta o El raposo mató cinco gallinas.   Es necesario para que tenga relación con el tiempo que la diga alguien o se atribuya a un ser humano que la enuncia. Pero en sí mismas las frases en tercera persona son atemporales, aunque usen los tiempos de la conjugación de presente o de pretérito.

Ahora bien, como el lenguaje es u producto humano son frases que solo puede provenir de un ser humano. Pero si no están atribuidas, bien por su contexto o bien por su atribución explicita en el texto mismo,  no están en relación con el ser humano y no tiene relación con el tiempo. Son productos humanos, pero ese producto es como un objeto atemporal, porque le falta la relación con la emisión de un ser humano. Son frases objeto y sin tiempo.

La frase en tercera persona es la frase de ninguna persona. Dice  Benveniste que la tercera persona es la no persona, es, por lo tanto, objetiva, no es comunicación. La tercera persona supone el desprendimiento entre el lenguaje y la persona. Asunto que he estudiado en la narración y por esta razón hay dos narraciones diferentes. Una unida a la persona y a su tiempo y otra desprendida, es decir , no habla nadie porque es representación nada más.

Pero esto ocurre en el hablar y en el narrar.  Este desprendimiento el hablar no da lugar a un discurso diferente a diferencia del narrar. . Así un tratado de geografía que emplea solo la tercera persona en presente gramatical es un texto si relación alguna con el tiempo del que lo escribe. El autor es autor por atribución externa y editorial. Pero el texto no lleva la impronta de su tiempo. Y por ello el presente gramatical que emplea nos da la impresión de ser un presente sin límites.

Este fenómeno en el hablar presente es la representación sin suceso, sin narración. En él se escriben asuntos en los que desaparece  la relación tú-yo. No existe el pasado y si la causa es antes del efecto, es una relación de mera anterioridad.

José Antonio Valenzuela

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