En el artículo de Martínez Bonati, The Art of Writing Fiction, se plantean las bases para identificar la naturaleza de discurso que llamo representación, que es el componente principal la narración o texto narrativo, del que se deduce la inequívoca actividad correspondiente, la acción de confeccionar representaciones. (http://www.jstor.org/stable/468936). La representación, es una pieza de lenguaje que no se realiza con actos de habla. Es el producto de un trabajo que se hace con frases y las palabras y se construye un objeto tal, que en él queda representado un suceso.
La representación es un discurso o pieza de lenguaje, un texto o tejido de palabras, que se confecciona en un telar, como los objetos que crea el arte o la artesanía, con trazos o pinceladas, con hilos como un bordado, pero realizado con palabras. Las palabras forman el objeto y están ahí, pero objeto no se han originado por actos de habla. Aunque los objetos tienen un autor, artista o artesano, no resultan de los actos de habla de sus autores. Cuando se lee que don Quijote “hizo testamento”, tenemos una frase que no se diferencia, en su forma lingüística, de la que dice un vecino del testamento de su padre. Pero son frases muy diferentes desde el punto de vista de la lógica o de la ontología del lenguaje. La frase del Quijote no tiene hablante real, porque como ente de ficción, no existió y no hizo testamento.
Por esta diferencia gnoseológica los filósofos del lenguaje, como Searle, Frege, Ingargen y otros, han tratado de explicar la evidente y contradictoria diferencia entre estas frases. Planteado el problema de manera general, es la diferencia entre el lenguaje de la ficción y el lenguaje del hablar real. Las soluciones dadas por los filósofos citados son las discutidas por Bonati, y no las reproduzco en este comentario para no extenderme, pero se pueden leer en el artículo de la Hopkins University. Me atengo a la solución que Martínez Bonati diseña. Este es su planteamiento y diferencia con los filósofos citados.
My view of this matter is different. I submit that novelistic sentences possess all the attributes of meaning and function belonging to the corresponding nonnovelistic sentences: they are statements, function fully as assertions, have referents beyond themselves, are true or false. But they are not real utterances. They are as fictitious as the events they describe or narrate. They are not sentences said by the novelist, but are sentences uttered by a merely imaginary speaker. Because they constitute fictitious acts of speech and are a part of the fictitious realm of the novel, they can have, in addition to the common properties of ordinary sentences, fantastic properties. Therefore, what would be illegitimate in real discourse is natural for them (just as what would not be acceptable in a realistic frame nor possible in real experience is legitimate and acceptable in the characters or the events of a fantastic tale). Fictional discourse, then, does not differ from ordinary, real discourse as to the nature and structure of the acts of speech involved, nor as to the basic logical properties of such acts, but fundamentally as to their ontic status.
Precisa que las frases, tanto la del discurso real como la del literario, son completas en su configuración lingüística y por lo tanto iguales; pero los actos que las emiten son distintos. Sostiene que el acto de habla que corresponde a la frase ficticia es un acto igualmente ficticio. La distinción no está en las palabras mismas, sino en la enunciación de ellas, en su entidad de ser.
Esta solución de Bonati contiene una presunción que, para él como para todos los autores en su momento, es indiscutida: la noción de que toda pieza de lenguaje procede de un acto de habla. Esto lo asume y mantiene Martínez Bonati y la diferencia que introduce es la existencia de un hablante narrador ficticio. El narrador hablante ficticio o imaginario es el que produce las frases imaginarias, las de todo el texto de la novela. El escritor crea, al mismo tiempo, un mundo y un narrador ficticios unido a él. Y esto coincide con la idea, muy difundida desde Wolfgang Kayser, de que el escritor no es el narrador que habla en la novela, pero la entera novela está dicha por él. Toda pieza de enguaje es siempre acto de habla.
Mantiene, pues, Martínez Bonati que todo lenguaje proviene de un acto de habla. La diferencia entre esos discursos, el imaginario y el real, no se encuentra en diferencias de lenguaje, sino en diferencias de actos de habla. Y como la lengua siempre la pronuncia alguien, tiene que introducir, para mantener la diferencia de estos discursos, dos hablantes diferentes. Y como un escritor, persona real, no puede ser autor de frases imaginarias, sin referentes en la realidad, plantea la existencia de un hablante ficticio. Se postula que el narrador hablante es un ser ficticio, que habla ficticiamente. Se trata de una entera simulación de hablar. Y todas las frases de la novela son actos de habla de un ser imaginario. Por lo tanto, como en el texto mismo nada se diferencia, se distinguen hablantes.
Lo que yo planteo es la distinción entre hablar y no hablar, entre hablar y representar, entre el lenguaje que es entitativamente habla y el que no lo es, nadie habla al crear un objeto con palabras.
En resumen, para que se realice un acto de hablar real, es necesario que lo realice una persona real, que tenga un referente real y que a él se le atribuya el discurso, como fuente originaria. Por el contrario, el discurso imaginario, concebiso como acto de habla, solo se puede atribuir a una persona también imaginaria. Y si es imaginario no puede ser el escritor o autor hablante del relato, es decir el narrador ha de ser imaginario, el autor real crea un escritor narrador imaginario para toda la novela. De este modo se mantiene la idea de que toda lengua procede de actos de habla, sean actos de habla de persona real o de persona ficticia.
La noción de representar que sostengo, y su correspondiente de representación implica, por el contrario, la existencia de una actividad de lenguaje que produce lenguaje sin actos de habla. El escritor escribe todo el discurso novelístico, pero no lo hace con actos suyos de habla, sus actos son de ejecución, de composición, son como golpes de cincel con el martillo, trazos de pincel y espátula, tejer con hilos. Aristóteles decía que el poeta era un hacedor. Confecciona un objeto con palabras. Es decir, no habla. Y buena parte de esta realidad se puede demostrar con elementos lingüísticos: por ejemplo, en el hablar no real no hay referencia a ningún tiempo. Bühler recurrió al subterfugio de la deixis en fantasma, pero solo sabemos que hay deixis en fantasma, cuando sabemos de antemano que el texto es ficticio.
